“Una no nace mujer sino que se convierte en una”. Simone de Beauvoir
La publicidad festeja siempre el diez de mayo a la madre de familia tradicional: Esa que dedica todo su tiempo a sus hijos y su hogar con una sonrisa en la boca y a la que en la noche le queda energía para ser la cocinera, confidente y amante de su marido.
Esta imagen, sin embargo, cada vez resulta más falsa. Para empezar, cada vez es mayor el número de mujeres que están obligadas a ser jefas de familia, que tienen que trabajar en el mundo exterior para obtener recursos pero también cuidar de sus hijos y su hogar. Además, dentro de la familia tradicional se registran cambios y turbulencias. Quizá nunca existió como regla esa familia feliz que nos presenta la publicidad. Pero hoy muchísimas familias mexicanas se mantienen unidas sólo de manera formal, sin una verdadera armonía. Peor aún, muchas permanecen unidas a pesar de vivir una perenne pesadilla sólo por el temor a la violencia del marido. Ya el censo del año 2000 registraba que el 20.6 por ciento de los hogares mexicanos tiene a una mujer como cabeza. Este es un crecimiento significativo sobre el 17.6 por ciento de 1990. Cada vez es mayor el número de mujeres que tienen que ser padres y madres.
Son estas guerreras de la vida, estas mujeres que deben sobrevivir en un mundo que les paga menos por ser mujeres, que las acosa sexualmente entre risas burlonas, que las discrimina por embarazarse o simplemente por ser mujeres, son las que recuerdo con mayor admiración cada diez de mayo. Ellas representan todo lo que hay de recio y de excepcional en el sexo femenino y son el ejemplo ideal para hijos e hijas.
Me queda claro que casi ningún hombre tiene la capacidad de trabajar una jornada completa en el campo, la calle, la fábrica o la oficina sólo para llegar a casa al final del día y revisar tareas escolares, dar de merendar a los hijos y acostarlos tiernamente como lo hacen tantos millones de mujeres todos los días.
La estructura familiar en México ha venido cambiando gradualmente a lo largo de las últimas décadas. En esto nuestro país no es una isla en el mundo. Las transformaciones que hoy estamos viviendo ocurrieron ya hace años en las naciones desarrolladas. La urbanización e industrialización, que son elementos inevitables en el proceso de desarrollo, tienen como corolario también la transformación de la familia. Es evidente que algunos de estos cambios son muy penosos y ocurren sólo porque la gente no tiene otra opción.
Si una mujer no tiene necesidad de salir al mercado laboral, para realizar esa doble jornada en el trabajo y en el hogar que hoy se ha vuelto tan usual, es muy difícil que lo haga por decisión propia. Pero en estos cambios hay también el hallazgo de una mayor libertad para las mujeres que siempre tuvieron que depender de un hombre para su subsistencia. Si el mundo de la mujer es hoy tan distinto, ¿por qué la publicidad insiste en presentarla en una situación que ya no existe? Quizá porque la labor de la publicidad es vender y no ofrecer un examen sociológico de las dificultades de la vida.
La publicidad está hecha la mayoría de las veces para los hombres, que insisten en aferrarse a un mundo en el que la mujer desempeñaba un papel todavía inferior al que hoy tiene. Pero incluso para muchas mujeres ese tiempo idílico en el que los miembros de su sexo podían dedicarse a ser madres de tiempo completo bajo la tutela de un marido vigilante y proveedor mantiene todavía un atractivo importante. Quizá porque entiendo que ese mundo idílico nunca existió soy hoy un tan mal sujeto de la publicidad.
Es difícil que me identifique con esas imágenes de madres que juegan y alimentan todo el día a sus rubios hijos y que esperan al marido en la noche con una seductora sonrisa en los labios. Yo tuve la fortuna de tener una madre que no sólo trabajaba sino que rompía las reglas de la sociedad de su tiempo. De ella obtuve la convicción de que los seres más admirables del mundo son esas mujeres que han desafiado a la sociedad masculina para ganar espacios en un difícil mundo laboral sin dejar de ofrecer amor y sustento emocional a sus hijos. Esas son las mujeres a las que hay que dedicarles este día de las madres. Esas son las mujeres a las que hay que construirles un monumento. Esas son las mujeres que nos demuestran cotidianamente la verdadera superioridad del género femenino.
¿Caballo que alcanza?
Hace apenas unos meses la ventaja del priista Eduardo Bours en la carrera por el gobierno de Sonora parecía irremontable. Una encuesta de un diario capitalino, sin embargo, le da ahora a Bours 44 por ciento de la intención del voto contra el 41 por ciento del panista Ramón Corral. Estamos hablando de un empate técnico.
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