Por doquier, en México y en el mundo, se prodigan esfuerzos públicos y privados en favor de la música de concierto, la que se denomina clásica. Ayer, por ejemplo, concluyó el certamen para entregar el premio internacional de dirección de orquesta que lleva el nombre de Eduardo Mata, una magna iniciativa concertada por Ignacio Toscano, ex director del INBA, que armoniza fructíferamente aportaciones gubernamentales con patrocinios de particulares.
Por doquier hay ese esfuerzo, menos en la radio comercial mexicana. Y en la radio gubernamental, donde podía remediarse esa deficiencia hay una absoluta insensibilidad para hacerlo. Lo prueba sin lugar a dudas la indiferencia del Instituto Mexicano de la Radio para hacerse cargo del déficit que en esa materia produjo la conversión de la XELA, “Buena música en México” durante casi sesenta años, en una emisora gritona más. Por convenir así a sus intereses, los concesionarios de esa estación la entregaron en alquiler en enero de 2002 y dejaron de transmitir por esa vía el importantísimo acervo musical que habían consolidado a través de seis décadas.
Conscientes de la importancia de ese patrimonio, han continuado difundiéndolo por internet que, por sus propias características y por las circunstancias económicas y sociales de nuestro país tiene para estos efectos un alcance mucho más limitado que una frecuencia radiofónica. Un grupo creciente de antiguos oyentes de XELA organizó a mediados del año pasado el Comité nacional de rescate de la XELA (Conarexela), que se esfuerza por reinstalar la programación de esa emisora en el cuadrante. Los mueve un propósito diáfanamente altruista, pues los integrantes del comité no persiguen objetivo personal ninguno: no quieren cargos, no los domina la nostalgia y pueden satisfacer sus necesidades estéticas por otros medios.
Los impulsa la convicción de que la difusión de la música de concierto es imprescindible para la salud de la República. Y puesto que no pueden actuar sobre los concesionarios para forzar la reconsideración de sus decisiones, marcadas por el interés mercantil, resolvieron acudir al Gobierno Federal.
Se dirigieron en primer lugar al Presidente de la República, quien contestó a través de la directora del Imer. El 1o. de julio del año pasado, apenas doce días después de su designación para ese puesto, Dolores Béistegui informó que una parte del acervo de XELA se transmitiría a través de Opus 94. “Esa es la manera en que el IMER puede responder y atender a su atenta solicitud”, dijo, además de ofrecer la mejoría técnica de esa emisora. Los defensores de la XELA no se contentaron con esa respuesta.
Insistieron y el 30 de septiembre pasado se dirigieron al secretario de Gobernación Santiago Creel para exponer su convicción de que la mudanza del perfil de XELA “no puede ser reducido a una simple transacción comercial entre particulares y de que el Gobierno Federal, con base en las (atribuciones) que la ley le confiere está en la obligación de intervenir, en salvaguarda del patrimonio cultural del pueblo de México”. No el propio secretario Creel, sino de nuevo la directora del IMER contestó a los miembros del Conarexela. No sólo reiteró que una parte del acervo de XELA se transmitiría a través de Opus 94 sino que abiertamente rechazó la idea de destinar otra estación al mismo propósito pues “sería poco afortunado enfrentar dos de sus proyectos” poniendo a competir dos estaciones con el mismo contenido.
Amén de su descreimiento implícito en la doctrina liberal que sustenta el Gobierno, para el cual la competencia es un mecanismo idóneo para mejorar productos y servicios, la directora del IMER, ajena a la administración pública y a la radiodifusión hasta pocos meses atrás, revelaba de ese modo su desconocimiento de la radio pública, cuya prioridad no es la ganancia sino la atención a necesidades sociales.
Por lo demás, sus criterios mercantiles no han resultado exitosos, lo que hace padecer al IMER un empobrecimiento creciente. Firmes en su convicción, los miembros del Conerexela concitaron el apoyo de voces tan calificadas como la de Plácido Domingo y Gabriel Zaíd. Y afinaron sus propuestas. El 19 de junio pasado volvieron a la carga: propusieron al presidente Fox la dedicación de otra emisora del IMER a la música clásica, aprovechando el acervo de XELA. Solicitaron además que los concesionarios y el Instituto “establezcan para ella un consejo artístico de excelencia” y que formara parte de él como miembro permanente el maestro Mario Lavista, uno de los mayores compositores contemporáneos de nuestro país.
No les fue concedida la entrevista solicitada, no obstante que acompañaron la petición con la lista de sus 5,200 simpatizantes, y no obstante que el Presidente recibe a toda clase de grupos y de personas (aun a algunas que enfrentan problemas con la ley). Setenta días después, el 20 de agosto pasado, la oficina de atención ciudadana ofreció una no-respuesta, pues simplemente remite copia del primer escrito firmado por la directora del IMER en julio del año pasado.
Responder mecánicamente impide considerar la evolución del tema, lo que ameritaría nuevas respuestas, a que la autoridad se niega, empecinada en mantener su propia miope visión sobre sus cometidos públicos y su financiamiento.
Las emisoras de la radio pública europea suelen sostener sus propias orquestas sinfónicas. Sería ingenuo demandar aquí algo semejante. Sólo se pide distinguir entre música grupera y de concierto.