“Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”. Albert Camus.
Hace unos días, mientras me encontraba en el aeropuerto de la ciudad de México con el fin de iniciar un viaje, se me acercó un hombre de unos 35 años y me dirigió la palabra. Primero me pidió disculpas por abordarme ahí y luego me dijo que había trabajado como subdirector de una importante empresa de entretenimiento.
“Pero desde hace siete meses estoy desempleado. Ayúdeme por favor. Tengo dos carreras. Y sé trabajar muy duro”. Súbitamente los ojos de este hombre se llenaron de lágrimas. “Estoy desesperado -continuó-. Puedo trabajar en lo que sea. No importa que sea en el almacén”.
Yo le tomé una tarjeta con sus datos, le dije que haría lo que pudiera y seguí mi camino. Tenía que apresurarme para tomar mi avión. Pero emprendí el viaje con el ánimo hundido.
El desempleo es algo mucho más fuerte, mucho más intenso, que un simple problema económico. En la sociedad contemporánea tener un trabajo es más que una forma de obtener ingresos. Se convierte en un recurso para mantener la dignidad.
Pero de nada sirve quejarse en abstracto del desempleo. La dramática situación que vive nuestro país en este campo tiene responsables específicos. No hay que inventar el hilo negro. La única manera de generar actividad económica y crear empleos es realizar inversiones. Sin inversión no puede haber solución al desempleo. Pero el problema es que en nuestro país los políticos siguen levantando innumerables barreras a la inversión.
Nuestros políticos siempre ofrecen muy buenas razones para justificar sus acciones. Nos dicen, por ejemplo, que por razones de nacionalismo, que para proteger la soberanía nacional, debemos prohibir la inversión privada -nacional o extranjera- en los denominados campos estratégicos de actividad. Es así que nuestra Constitución excluye de manera formal la inversión privada en electricidad, en extracción de petróleo, en petroquímica básica y en refinación de gasolina, entre otros muchos campos. El resultado ha sido debilitar las inversiones en estas actividades y en muchas más. Porque somos muy nacionalistas, y no permitimos la inversión en producción de petroquímicos o de gasolina, terminamos importando del extranjero grandes cantidades de estos productos. Porque somos muy nacionalistas, y queremos proteger a la industria azucarera nacional, imponemos un impuesto discriminatorio contra la fructosa, y en consecuencia acabamos con una planta de fructosa en territorio nacional creada hace apenas unos años que se llevó una inversión de dos mil 500 millones de pesos. Porque somos muy nacionalistas prohibimos formalmente la inversión privada en electricidad y terminamos teniendo un flujo eléctrico caro y malo que hace imposible que muchas empresas puedan venir a instalarse en nuestro país. La verdad es que nuestros políticos nos engañan cuando se pavonean de su nacionalismo pero al mismo tiempo establecen leyes y reglamentos que impiden o dificultan la inversión en nuestro país. Lo que están haciendo, por supuesto, es debilitar nuestra soberanía.
Los países realmente soberanos y nacionalistas son los que promueven eficazmente un mejor nivel de vida para sus habitantes. Estos países, significativamente, son también los que menores restricciones establecen a la inversión productiva. Es más soberano y nacionalista que el nuestro un país como Canadá o como Estados Unidos, independientemente de que ellos sí permiten la inversión privada en petróleo, gasolina y electricidad. Son más soberanos ellos porque le dan a sus habitantes un nivel de vida más digno. De hecho, quizá el hecho de que permiten esta inversión es la razón de su prosperidad. Nada es más triste para los mexicanos que amamos a nuestro país que ver como millones de nuestros compatriotas se ven obligados cada año a arriesgar su vida para cruzar a los Estados Unidos. Este hecho es el mayor reconocimiento del fracaso de nuestro nacionalismo. Quizá a los políticos les da igual. Ellos pueden darse el lujo de seguir desplegando la bandera del nacionalismo mientras toman medidas que empobrecen de manera sistemática a nuestro país. Claro que ellos no necesitan empleo. Ya lo tienen. Y sus sueldos los pagan los ciudadanos, incluso aquellos que están desempleados, con sus impuestos.
Amparo
La decisión del juez noveno de distrito en materia administrativa, que exime de nuevas auditorias a cuatro bancos por su cartera entregada al Fobaproa, es perfectamente lógica y legal. El artículo quinto transitorio de la ley del IPAB sólo señala que las carteras de esos bancos deben ser auditadas una vez. Ésta fue la auditoria del contador canadiense Michael Mackey. El juez no puede hacer otra cosa que aplicar la ley. Correo electrónico: Sergiosarmiento@todito.com