“Un neoconservador es un liberal asaltado por la realidad”. Irving Kristol
San Diego, California.- Este pasado dos de mayo el gigantesco portaaviones USS Abraham Lincoln se deslizó en la bahía de San Diego. El silencio de sus turbinas contrastaba con la algarabía de la recepción. San Diego se vistió de gala para recibir a uno de los buques que tuvieron un papel más importante en la guerra de Iraq. El propio presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, pernoctó en el portaaviones desde el cual ofreció su discurso de terminación de las “principales operaciones militares en Iraq”.
Darle la bienvenida a los combatientes era políticamente muy importante para el mandatario. Las celebraciones de triunfo son siempre taquilleras. Y Bush necesita toda la taquilla posible para no correr la suerte de su padre, derrotado en su intento de reelección en 1992.
La atención prestada al arribo del USS Abraham Lincoln enfatiza el cambio de los últimos dos años en la política exterior estadounidense. La transformación fue perfilada por el triunfo electoral de Bush hijo y el arribo al gabinete de los llamados “neoconservadores”, como el secretario de la Defensa Donald Rumsfeld y su subsecretario Paul Wolfowitz, pero impulsada definitivamente por los atentados terroristas del 11 de septiembre. Nadie sabe para quién trabaja. Pero hoy resulta claro que Osama bin Laden, o quien quiera que haya ordenado los ataques contra las torres gemelas de Nueva York, consiguió, en lugar de fortalecer el Islam, el lanzamiento definitivo de un período “unipolar” de la historia universal en el que Estados Unidos ha decidido utilizar abiertamente su poderío militar para fraguar un mundo ajustado a su visión geopolítica.
La agenda de los neoconservadores —inspirados originalmente por políticos como Ronald Reagan e impulsados por autores como Irving Kristol y publicaciones como el Wall Street Journal— es muy clara. Estados Unidos no ha construido su poderío militar para tenerlo ocioso. “América” representa el bien en una lucha contra el mal. Y en el combate histórico entre el bien y el mal, el bien siempre terminará prevaleciendo. Ahí están para comprobarlo las derrotas de la Unión Soviética, Afganistán e Iraq.
Para un liberal como yo la posición de los neoconservadores es inquietante. El liberal —el verdadero liberal— está convencido de que la libertad es la principal virtud en la economía, la política y la vida social. Los regímenes atacados por los neoconservadores se caracterizan por su falta de libertades. No tengo duda de que el mundo es hoy mejor por la caída de la Unión Soviética, el Afganistán de los talibán y el Iraq de Saddam Hussein. Las violaciones a la libertad económica y política de estos regímenes eran realmente terribles. Pero eso no significa que se pueda aceptar que Estados Unidos se arrogue la potestad de decidir qué gobiernos deben permanecer en el mundo o cuáles desaparecer.
Hay en los neoconservadores, paradójicamente, actitudes que lindan con el populismo de la vieja izquierda latinoamericana o de los antiguos demócratas estadounidense. El desprecio que esos populistas de izquierda le tenían a las finanzas públicas sanas, y su empecinamiento por acumular déficit de gasto y deuda pública, lo comparten hoy los neoconservadores estadounidenses. Nunca Estados Unidos ha tenido un déficit fiscal más grande que el incurrido por Reagan y los Bush. Paradójicamente el neodemócrata Bill Clinton ha sido el único presidente estadounidense reciente en mantener un presupuesto no sólo equilibrado sino superavitario. Qué extraño que los republicanos estadounidenses de hoy, como Bush junior, insistan en mantener un déficit de gasto público mientras que un socialista, como el chileno Ricardo Lagos, señale que tener un déficit de presupuesto es no saber cómo funciona la economía.
¿Podrán mantenerse los neoconservadores estadounidenses mucho tiempo en el poder? Eso depende fundamentalmente de la reelección de Bush. Para ellos es importante que no se repita la historia de Bush padre, ganador de la guerra del golfo Pérsico, pero derrotado por Bill Clinton en los comicios de 1992 debido a los problemas económicos. Bush junior se encuentra en una situación similar: Es el conquistador de Iraq, pero la economía, agobiada por el déficit y la incertidumbre, se muestra reacia a repuntar.
Por lo pronto Bush busca alargar la celebración de la victoria en Iraq. Por eso había que darle una gran bienvenida a los marinos del USS Abraham Lincoln.
Popularidad de Bush
George W. Bush ha terminado oficialmente la guerra de Iraq con un índice de aprobación personal del 71 por ciento. El reto es conservarlo hasta la elección de noviembre del 2004.
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