Hoy en día, el desarrollo de la civilidad del mundo occidental proporcionado por los recursos de la ciencia y la tecnología, han dado al ser humano un revestimiento extra de soberbia, misma que le llevó a declarar: “Dios ha muerto” (Federico Nietzche), proclamando así su sobrada seguridad de ser el punto culminante de la creación.
La incapacidad de dar respuestas satisfactorias en este mundo material e individual que vivimos, nos ha llevado a buscarlas en donde creemos que las podemos encontrar; en sectas varias, grupos esotéricos y propuestas de religiones improvisadas que contestan temerariamente el ¿quiénes somos? y ¿a dónde vamos?, tratando de explicarnos el sentido de nuestras vidas.
Consumir, usar, agotar, comprar y trabajar para tener cosas materiales en un mundo donde el bien, la verdad, la belleza, la justicia y el verdadero sentido de la democracia han quedado en el campo de la definición y discusión filosófica y académica, muy fuera de la realidad y ha sido el claro resultado de la práctica del materialismo irracional que hemos aceptado cultivar a través de las modas y usos impuestos por los medios de comunicación, muy especialmente la televisión, que a su vez ha cedido en su noble razón de ser ante los patrocinadores, quienes sólo ven beneficios en términos de dinero y ganancias.
Así se propone la violencia como palanca para la venta, también promueven adquirir cosas que nos den estatus de seres sobresalientes; y cuando lo creen necesario, nos imbuyen ideas que anuncian de vanguardia para atraer la atención de los consumidores.
La fórmula ha sido exitosa, dándole oportunidad a charlatanes y oportunistas para que vendan ilusiones y promesas a las personas que buscan escucharlas para poder cimentar sus esperanzas.
No son pocos los casos de esos pseudolíderes que han convencido a masas humanas para que entreguen sus bienes, acepten sus profecías y hasta se suiciden tratando de alcanzar la vida plena; lo que para unos es salvación y para otros felicidad completa.
Uno de los casos más conocidos es el movimiento de New Age, quizá el más sonado, que afirma que la era de las religiones ha terminado y que estamos entrando a una nueva, la de Acuario, donde todas las creencias se fundirán en una sola. Este New Age tiene antecedentes desde 1829, con algunos grupos de masones que lo estudiaban y consideraban interesante; más adelante A. Bayley (1880-1949) lo divulga y funda escuelas teosóficas. Hoy en día tiene una fuerte influencia en el estado de California de EUA y ha permitido distintas corrientes, una de ellas dedicada a promover la cultura de la muerte, en jóvenes que visten de negro y se maquillan ex profeso para manifestarse en las esquinas de las calles de las ciudades. Esa moda es vista ocasionalmente en La Laguna, aun cuando los usuarios no conozcan o acaben de entender su origen.
Otro caso es el de los Raelianos, que han logrado acaparar la atención del mundo con sus declaraciones conmovedoras sobre la clonación y el origen extraterrestre de la vida en nuestro planeta.
Y ni qué comentar de los satánicos, narcosatánicos y grupos varios que han inundado a México con sus creencias y prácticas de suertes adivinatorias, limpias, curaciones y protecciones contra enemigos de todo tipo.
Ante tal situación, El Vaticano, sede de la Iglesia Católica, ha respondido creando el Pontificio Consejo para la Cultura, a cargo del Cardenal Paul Poupard y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, dirigido por el Arzobispo Michael Fitzgerald. En conjunto redactaron un documento titulado “Jesucristo, portador de agua viva”.
El propio Cardenal Poupard declaró: “El movimiento del New Age, junto a otros tantos movimientos religiosos, es uno de los retos más urgentes para la fe cristiana. Se trata de un reto religioso y al mismo tiempo un reto cultural. Es a la vez un síntoma de una cultura en crisis profunda y una respuesta equivocada a esta situación de crisis cultural: a sus inquietudes y preguntas, a sus aspiraciones y esperanzas”.
Más adelante declara lo que a mi parecer es el diagnóstico del problema de creencia y religiosidad: “parece haber tres motivos diversos del origen... primero: la sensación de que las religiones tradicionales o institucionales no pueden dar lo que una vez se afirmaba que ofrecían”; otra razón es: “una de las elaboraciones más significativas en lo que podría llamarse precristianas de religión”; y la tercera: “un desencanto bastante difuso frente a la religión institucional”.
Es indudable la asertividad del diagnóstico, que define a una Iglesia Católica entumecida y anquilosada que no ha sabido responder, o lo ha hecho muy lentamente con el proceso de evangelización de un mundo denominado “de posmodernidad”.
Los otros grupos de creyentes no se salvan de esa realidad y algunos se han empecinado en la cerrazón ante una realidad que es conmovedora.
La buena noticia es que ya han tomado conciencia del cambio y que empiezan a moverse en el sentido adecuado para dar la batalla por lo que pudieran denominar “defensa de la fe”, y es una muy buena, porque aún para los no creyentes significa una defensa de los valores tradicionales, tanto los universales, como sociales e individuales.
La religión cristiana suma a cerca de la mitad de los pobladores del planeta, sumándolos a todos, incluidos católicos, protestantes, bíblicos, de la Iglesia de Cristo, Amistad Cristiana, Iglesia Bautista, Testigos de Jehová y centenas de sectas y grupos de estudios bíblicos; la inmensa mayoría de creyentes por definición y reprobados en la práctica diaria de sus propias convicciones.
Todos esos seres humanos vivimos deseosos de escuchar palabras de aliento, de fortalecimiento anímico para enfrentar la propia problemática y los divulgadores de la fe no han sido capaces de motivarnos y educarnos lo suficiente para contrarrestar las corrientes contrarias. Así de serio es el problema.
En tanto, el desconcierto cunde en algunos y la irresponsable desatención del problema nos invade a otros. Finalmente aparecen los antivalores como resultado del choque cultural de “los nuevos tiempos”.
Lo invito a que reflexionemos en nuestros valores y que conforme a su propia manera de pensar actúe en consecuencia.
Es la vida familiar y social de nosotros mismos y nuestros seres queridos de la que estamos tratando en este Diálogo.
El clamor por la inseguridad, las agresiones a la integridad física, la pedofilia, el acoso sexual laboral, la violación y otros muchos males tienen firme sustento en la poca reflexión del ¿qué queremos para nosotros como sociedad mexicana y lagunera?
No estemos a la espera de lo que hagan autoridades políticas o religiosas, empecemos por nosotros mismos y nuestras familias. ¿Quiere una palabra clara?: ¡Educación! ydarwich@ual.mx