El pensamiento maniqueo es el vicio de la mentalidad primitiva que engendra el fanatismo en las multitudes. Tal es el origen de las guerras religiosas/racistas que asolaron los siglos pasados y ahora amenazan al presente.
Me refiero, claro, a la obsesiva guerra de Bush contra Iraq. Tan categóricas alternativas de guerra o paz son lógica y moralmente inadmisibles por simplistas. Hay que preguntarse si Hussein está tan empecinado como Bush en iniciar una guerra, y si la guerra allá es necesaria para preservar la paz en esa parte del mundo. Según Bush, la guerra es urgente e imprescindible, pero eso lo afirma un Presidente de raciocinio primitivo y una obsesión protagónica muy peligrosa para el resto de la humanidad.
Por eso se vuelve irresistible la tentación de sumarse a la parte contraria y promover la paz con Iraq de manera incondicional, ignorando el hecho que en tal opción aumentaría automáticamente el inmenso poder y prestigio personal de Hussein, el hombre que, desde la Guerra del Golfo, juró la destrucción de Occidente, y, a pesar de su derrota, jamás ha respetado ninguno de los tratados de desarme firmados desde entonces. ¿Quién garantiza que sí respetaría uno más?
Ahora una posibilidad de paz inmediata se presenta con el anuncio de la ONU del 14 de febrero que “Irak no cuenta con armas de destrucción masiva”. Sus inspectores “No hallan aún armas prohibidas en Irak”, y Saddam mismo emitió un decreto prohibiendo “la producción o importación de armas atómicas, químicas o biológicas, o cualquiera de los materiales que podrían ser usados en su fabricación”.
Mas a pesar de tales noticias, en el mismo periódico vemos que “Colin Powell reiteró que Irak oculta armas vedadas por la ONU, y su jefe, Bush, declaró por su parte que Sadam Hussein “será desarmado de una manera o de otra” (El Debate 11/15).
Esto me da la impresión que Powell ya está más decidido que Bush a desatar la guerra. Lo cierto es que la polarización de pasiones en la propaganda ha impedido que se exploren otras posibilidades de paz. Ejemplo: ofrecerle a Hussein la paz y prosperidad del pueblo iraquí a cambio de su destierro definitivo. Su respuesta nos diría si su motivo es realmente su amor patrio o si éste es sólo pretexto para su belicismo y su odio de la cultura y las razas de Occidente en general y, en particular, de sus vencedores en aquella Guerra del Golfo, la madre putativa de todas las batallas.
Una muy querida amiga de El Roble radicada en Seattle me mandó un fax muy extenso del Archivo Político de Michael Parenti enlistando los grandes abusos cometidos por los EU en el último medio siglo como antecedente de lo que quiere hacer ahora con Iraq. Sin embargo, no menciona el rescate de Kuwait por los EU en la Guerra del Golfo, la único antecedente que viene al caso ahora. Nos habla del abundante apoyo popular que tiene Hussein en su tierra, pero en eso, como en tantos alegatos propagandistas de ambos lados, debemos preguntarnos qué tanto es dictado por el gobierno y cuánto es espontáneo. Después de todo, el entusiasmo patriótico es muy fácil de fingir cuando sustraerse de él puede ser peligroso.
Lo chocante de este documento no es su contenido específico sino el tono de optimismo socialista con respecto a la propiedad estatal de los medios de producción, como si la nefasta experiencia de la URSS y de México mismo no tuvieran la menor pertinencia. Los mexicanos somos testigos de que “el petróleo es nuestro” y “la luz es nuestra”, pero nuestros energéticos son los más caros del mundo: Los monopolios estatales inician la muerte de cualquier economía.
Sobran botones de muestra: Corea del Sur y Corea del Norte. ¿En cuál hay más libertades y mejor calidad de vida? Hasta la pregunta es necia: Corea del Sur es democrática y con economía de mercado (“neoliberal”). Otrosí: Hay dos islas bloqueadas por EU: Cuba, estatizada, está medio muerta; Taiwán, neoliberal, ha desarrollado una de las economías más prosperas de Asia oriental. Si bien es cierto que las empresas estatales nunca quiebran, es igualmente cierto que su endeudamiento acaba por dejar en quiebra a la economía y al Estado por parejo.