Gómez Palacio

Ni las calles tienen nombre

Con una sola toma de agua comunitaria y “colgados” de improvisadas tomas de luz, viven decenas de familias en el Mezquital

GÓMEZ PALACIO, DGO.- La calle en donde vive Ernesto Nieves Núñez, de 27 años de edad, no está pavimentada, ni siquiera nombre tiene. “No, pos quién sabe cómo se llama”, comenta el habitante de la colonia El Mezquital, ubicada a unos cuantos metros del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Gómez Palacio.

La casa de Ernesto es una de las últimas de El Mezquital; más allá, no hay más que puro monte. Los 38 grados Celsius de la una de la tarde de este domingo de mayo, se sienten en cada poro y en cada suspiro. Para protegerse de este sol y otras inclemencias, los pobladores de esta colonia cuentan, en su mayoría, con casas hechas a base de rejas de madera, cubiertas con cartón blanco y hule negro. Por esta razón, una de las necesidades primordiales es el material de construcción adecuado.

“Está re gacho el calor adentro (de la casa)... lo apaciguamos con puro ventilador”, dice Ernesto Nieves, quien confiesa tener ya “tres o cuatro años” viviendo en El Mezquital, junto con su familia, compuesta por su esposa Mireya y por sus hijos Ricardo, Lizbeth, Carlos y Jesús, los cuatro menores de diez años.

“Antes vivíamos en El Refugio con mi jefe y apenas supimos que había chance de ponernos aquí, nos venimos”, cuenta el padre de familia.

La mayoría de las familias se mantienen de lo que sacan en la maquila o trabajando en la obra. “En la maquila no pagan nada... yo por eso mejor me fui de albañil”, dice Ernesto, cuya piel morena muestra los estragos de andar por las azoteas bajo este sol lagunero. Después declara que gana alrededor de mil pesos a la semana, lo cual le sirve para comprar leche, frijoles, sopa, papas y “a veces, cuando se puede, carne... pos ‘ai’ la hago más o menillos, nomás pa’ comer y pagar las drogas (deudas)”.

El agua potable es un servicio con el que cuentan desde hace no mucho tiempo. No obstante, para obtenerla, hay que salir de la casa y abrir la llave que se encuentra a unos diez pasos de la puerta, casi al ras del suelo de tierra.

Para poder tener electricidad, Ernesto Nieves explica que han tenido que colgarse “como veinte personas en un sólo medidor y luego, entre todos lo pagamos”. Y es que hacen falta los postes y más tomas de corriente para satisfacer la demanda. “Luego, ni la tele puede ver uno”, expresa Ernesto con una sonrisa disimulada un poco por sus bigotes negros.

Entre las calles polvorientas, en la parte alta de los jacales, se pueden observar frágiles cruces de madera que sirven de base para los cables y alambres que transmiten la energía eléctrica. Esta improvisada infraestructura de distribución parte de cuatro medidores que se encuentran instalados en palos enterrados en un baldío.

A anochecer, la oscuridad reina en El Mezquital y la inseguridad enseña su rostro en la complicidad del reflejo de la Luna. “Queremos que pasen más las patrullas en la noche... a veces nomás pasan una vez y ya no vuelven a pasar”, manifiesta Ernesto y coge con su mano su cinturón piteado con una hebilla grande de metal en la cual se lee “Chihuahua”. Descalzo, sin camisa y únicamente con un pantalón de mezclilla cubriendo sus piernas, comenta que seguido se presentan riñas entre jóvenes. “Algunos no son de aquí, vienen de la Francisco Villa, y luego ahí se andan nomás peleando”. Es por demás paradójico que a escasos metros a la redonda de un Cereso se tengan problemas de inseguridad pública. Se supone que en estos lugares la vigilancia debería ser mayor.

Los habitantes de El Mezquital no están muy organizados para gestionar sus demandas, a decir de lo que platica el propio Ernesto: “pos ‘ai’ anda luego la coordinadora, la señora Chepina... a veces va a la presidencia”.

La gente de aquí ¿pertenece a algún partido político?

—Creo que sí, no todos, pero... quién sabe qué partido será.

Uno de los niños observa en silencio a su padre mientras habla. Otro, le pide reiteradamente que le abroche las cintas de sus zapatos.

Muy poca gente se observa en las calles. En el horizonte, las ondas de calor pueden apreciarse creando lo que la gente llama espejismos. Un pequeño remolino de polvo se levanta y pronto desaparece. Una que otra voz se escucha. El silencio y la pobreza parecen ser sinónimos aquí en El Mezquital.

Principales necesidades de los habitantes de El Mezquital:

- Pavimentación.

- Postes de luz.

- Material de construcción.

- Seguridad pública.

FUENTE: Investigación El Siglo de Torreón

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