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Ni más ni menos

emilio herrera

Eso, precisamente eso: Ni más, ni menos. Lo justo, lo necesario, lo que resuelva. ¿Qué caso tiene lo que no sea eso?

No es fácil, claro; si lo fuera, como decía aquella acertada publicidad de una industria vitivinícola nuestra hace años: “Todo mundo lo haría”. Y no. No todo mundo lo hace. Y a los que se atreven a hacerlo, a uno le sale bien, y a otros regular, y a los más, mal.

Parece ser, (esto se escribe el viernes último) que los hechos sucedidos el último domingo anterior se cerraron prohibiendo los paseos dominicales que los jóvenes venían haciendo en automóvil por la avenida Central. Alguien tenía que ser castigado, y lo fueron ellos: Por hacer algo que en Torreón los jóvenes siempre han participado.

Desde el principio, y de acuerdo con la población, Torreón tuvo la costumbre de pasear: De mostrar la cara a sus paisanos y darse la oportunidad de ver la de ellos: Este es el mayor espectáculo de todo el mundo. Si en Torreón lo hicimos desde el principio en esa forma, en otros lados lo hacen de otra manera, pero en todos se hace. En otras muchas partes se hace a través de los cafés que sacan sus mesas a las calles dando allí servicio, lo que permite a sus clientes ver cómodamente a los que pasan, dejándose ver de ellos. Así de sencillo, hasta que la Plaza de Armas le quedó chica a una ciudad que no dejaba de crecer, y con ella la cantidad de automóviles que, también reclamaban su exhibición: Los más caros eran reconocidos, eran de los dones: Zutano, Mangano y Perengano.

El paseo dominical dejó la plaza para tomar por asalto la Avenida Morelos, por la que un día paseara, coche descapotado y toda la cosa, un visitante ilustre: El Marqués de Brenda, con uniforme, condecoraciones y toda la cosa. Por varios años se recorría en automóvil, de la Fuente del Pensador hasta el Obelisco que remataba el Oriente a la Morelos, haciendo el mismo recorrido, o tramos de él, los de a pie, viéndose a placer unos y otros.

Como los automóviles son cada vez más, buscaron el sitio que consideraron más apropiado, y habiendo hecho pruebas por las otras colonias decidieron hacer su paseo definitivamente en Torreón Jardín, donde por discusiones como la del domingo citado en otras ocasiones se ha querido cancelarlas. Es la solución más fácil. Muerto el perro se acabó la rabia; pero, no la más justa para esa muchachada bien portada que pocas cosas más tiene aquí dónde divertirse sin tener qué pagar por ello.

Es posible que la cosa no tenga, efectivamente, otra solución, pero, al menos, hay que intentar algunas, las posibles. No sé, cuántos policías vigilen ese paseo, pero, acaso doblar esa vigilancia sea algo que debiera probarse, lo mismo que prohibir que se beba licor mientras se pasea. Esa doble vigilancia facilitaría el control y la supervisión de ello. Que va a costar algo. Efectivamente. Pero, si se les quita el paseo, ¿qué se les da en cambio así de sano? Se dice que allí algunos compran esto o aquello.

Bueno pues para que no haya esa compra-venta, si es que la hay, servirá también esa policía extraordinaria. Y si a pesar de todo ocurre algo que no esté bien, pues que se castigue a quien lo haga, pero acabar con lo que es tradicional para no tener problemas, no es lo mejor. Lo mejor es evitar a tiempo el que algo que pueda romper la armonía de lo que está sucediendo bien, se lleve a cabo.

Y esto se puede mantener con una mejor vigilancia durante esas horas de los domingos. Vale la pena.

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