Por María Cecilia Aguilar
El Siglo de Torreón
MATAMOROS, COAH.- Con 70 años de edad, para María del Refugio Martínez Medina, el mejor regalo de un hijo “es el amor”.
Sentada en una banca desgastada en su domicilio, ubicado en avenida Zaragoza número 906 poniente, se encontraba esta mujer de baja estatura y mirada bondadosa a quien le sobreviven siete hijos, “uno de ellos está allá”, dice señalando al cielo, “se me murió hace seis años en Chicago, muy lejos”.
“Cuquita”, a quien así llaman cariñosamente sus amigos, vive de la pensión que le llega cada mes a su marido, “él era tejabanero o algo así en una granja”, dice en forma pausada y continúa, “de eso vivimos y también de lo que en veces nos mandan nuestros hijos y de este negocito”, señala luego el lugar. Un pequeña tiendita, donde solamente se perciben unos cuantos dulces y botellas de refrescos llenos y vacíos de una conocida marca de refrescos.
¿Cuquita, sabe qué se celebra el próximo sábado?
Luego de reflexionar su rostro denota alegría y exclama:
“Claro, es nuestro día, mire.... si no me lo dice ni cuenta”.
¿Qué le pidió a sus hijos de regalo?
“Ahh.... pos nada.. casi todos están muy lejos ganándose la vida. Unos en Juárez, en San Luis Potosí...”, inclina su cabeza como para recordar, “y otros allá de donde yo soy... en Emilio Martínez, Durango y ande, casi no los veo”, al acordarse de la pregunta dice:
“Sí, ése sería mi mejor regalo, verlos a todos ese día”.
Ciega del ojo izquierdo, “debido a que se me subió la presión”, la expresión del rostro oscila continua-mente de un estado de alegría a uno de enorme tristeza cuando reflexiona en lo sola que se siente ella y su “viejito” por los hijos ausentes.
“Antes era todo diferente”, una sombra de tristeza vela sus ojos y dice: “cuando estaban todos mis hijos aquí, el Día de la Madre y en navidad aquella enorme mesa se llenaba, ya ni cabíamos, pues luego vinieron los nietecitos.... fíjese, ahora tengo 20, y sólo veo a los hijos que viven más cerca.. y eso en veces”, explica que dos de ellos viven en Matamoros y uno en Torreón, “yo les hacía mole, asado... todo lo que les gustaba”
¿Entonces la ponían a trabajar?
La pregunta logra sacarla de su tristeza y ríe para decir luego, “no era trabajo, para una madre trabajar para sus hijos no cuesta... pero también recuerdo que alguno de ellos me llevaba regalitos, mi hija siempre me traía perfumes, todavía lo hace la loquita, pues sabe que me encantan”.
“Cuquita”, una mujer bajita y regordeta, padece de la presión arterial y sus piernas han sido afectadas por una fuerte flebitis venosa que ahora le impide caminar.
“Antes iba todos los día a visitar la tumba de mi hijo Juanito”, nuevamente regresa la tristeza a sus ojos y continúa, “además ya no veo muy bien y mi viejito me dice que no vaya, por eso ahora desde aquí le rezo”.
¿Qué le paso a su hijo?
“Se fue a vivir a Chicago con mi hermano, fíjese tenía 6 años sin verlo, luego pudo arreglar los papeles, y un día, que me da una sorpresa”, calla y sonríe, “al abrir la puerta era él, lo abracé y lo besé mucho, me dio un gran regalo esa vez”.
Con mucha tristeza relató que luego de pedir a su novia se regresó a Chicago, pues le estaba yendo muy bien y recuerdo que lo fuimos a despedir a Torreón a la terminal de camiones. Él estaba triste por dejarnos, me decía: cuídese mucho mamita, pronto nos volveremos a ver...”, hizo una pausa para contener el llanto, “cómo iba a imaginar que sería la última vez que vería al hijo de mi corazón”.
-Disculpe...
“No se preocupe, pero es que el dolor más grande de una madre es perder un hijo, nunca se pasa..”, inclina su cabeza y prosigue, “por eso mi viejito y yo nos sentimos tristes, pues uno se nos fue y más no lo veremos, pos allá está...” señala al cielo, “pero los que viven y no vemos... eso es triste..”, luego de una breve pausa añade, “lo mejor en la vida es la familia, si no hay dinero, pero hay unión y cariño, nada falta”.
¿Y qué tal si le dan la sorpresa y vienen este día de las madres?
Su rostro se ilumina de alegría
“Pos sí, ése sería el más bello de mis regalos... ni siquiera ahora un perfume me haría tan feliz....”.