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Niñez Sana / La influenza: enfermedad que puede prevenirse

Dr. Juan Antonio Medina Adame

La influenza en una infección viral que ocasiona un importante ausentismo laboral y escolar, principalmente en los meses de invierno. Se puede manifestar como un cuadro leve a severo de vías respiratorias, se le da el nombre de influenza desde 1510 cuando en Italia tuvo lugar una epidemia y se dice que el Papa Benedico XIV la atribuyo a una “influencia de las estrellas”.

Se le reconoce como causa de epidemias desde el año 1173 y desde entonces como casual de la muerte de millones de personas. En 1918 y 1919 se conoció la “Influenza Española” afectó a la quinta parte de población mundial y provocó veintiún millones de muertes.

Se le recuerda como la pandemia más devastadora en la historia. El padecimiento presentó un patrón de comportamiento diferente, pues atacó principalmente a adultos y jóvenes. En Estados Unidos calculan que cada año ocurren de 50,000 a 70,000 muertes en adultos y jóvenes, causadas por enfermedades neumocóccica invasiva, hepatitis B o influenza. Las cifras de mortalidad en estos padecimientos, potencialmente prevenibles por la vacunación, es mayor a la de los accidentes de tránsito.

El virus de la influenza se clasifica en tipos: A, B y C. A es el más frecuente, afecta a todos los grupos de edad, principalmente a niños y adultos mayores, causando enfermedad, que va de moderada a severa. El padecimiento ocasionado por el virus B es más leve y el C se manifiesta por cuadros subclínicos.

La influenza se transmite por la tos, estornudos, por pañuelos o ropa contaminadas. Las partículas se depositan en el epitelio respiratorio y son “barridas” por los cilios de la membrana mucosa, aunque a veces llegan directamente al tejido alveolar, burlando ese mecanismo primario de defensa, se adhieren a las células epiteliales del huésped y las penetran, se replican y nuevos virus se extienden a otras células.

Su período de incubación es de dos a cinco días; produce síntomas leves, moderados o graves. Es altamente contagiosa desde un día antes de aparecer y hasta 7 días después. Los escolares suelen ser los principales diseminadores de la enfermedad.

El cuadro clínico de la influenza se caracteriza por fiebre alta, cefalea, dolor de garganta, dolores musculares, tos seca, fatiga, pérdida de apetito, congestión conjuntiva y malestar general. En su inicio es frecuente que se le confunda con el resfriado común. Si no se presenta ninguna complicación, el padecimiento remite, a los cinco días aunque la debilidad general puede extenderse por dos o tres días más. Las complicaciones se deben a la asociación de bacterias como el Streptoccocus pneumoniae o el Stafilococcus dorado, que pueden ocasionar neumonía y, ocasionalmente, encefalitis. Una complicación rara es el síndrome de Reye que se presenta en niños a quienes se les administra ácido acetil salicilico para aliviar la fiebre y el dolor. Otras complicaciones en los niños son las convulsiones causadas por la fiebre y la otitis media superada.

El tratamiento es sintomático y consiste en reposo en cama, aumentar la ingestión en líquidos, además de antipiréticos y analgésicos. Si el diagnóstico se hace en la primeras cuarenta y ocho horas se recomienda el uso de antivirales, principalmente en pacientes considerados de alto riesgo, como son los que padecen asma, enfermedades crónicas pulmonares, renales o cardiacas y los adultos mayores.

El Departamento Federal que vigila la administración de medicamentos en los Estados Unidos (FDA), señala que los medicamentos antivirales acortan la duración de los síntomas y ayudan a evitar las complicaciones. La principal manera de evitar la influenza es vacunarse una vez al año. A partir de los estudios de Byrneo, en 1940, quien descubrió que el virus de la influenza podía crecer en los embriones de pollo, se desarrollaron vacunas con virus inactivados, debido a las continuas mutaciones que presenta el virus es necesario modificar la vacuna cada año, basándose en cultivos de la secreciones de enfermos del año anterior. La vacuna se empieza a elaborar diez meses antes del siguiente año, por lo que la protección que confiere no excede a un período de un año.

La vacuna es efectiva en el 70 al 90 por ciento de los adultos jóvenes. A los adultos mayores con enfermedades crónicas probablemente no les ayude a prevenir la enfermedad, pero les disminuirá de manera importante el riesgo de complicaciones o de muerte.

La vacuna se aplica en los niños apartir de los seis meses de edad. Se administran dos dosis de 0.25 ml. con un mes de diferencia entre cada dosis el primer año. En los años subsecuentes se pueden aplicar una sola dosis, después de los tres años la dosis es de 0.5 ml. y se aplican con un mes de diferencia entre cada una. A partir de los nueve años la vacuna se aplica en una sola dosis, al igual que en los adultos, cada año. En los países del hemisferio norte la vacuna se debe aplicar entre los meses de septiembre y diciembre y en los países del hemisferio sur se realiza de marzo a junio.

La vacuna contra la influenza puede presentar efectos colaterales, que son menores al daño provocado por la enfermedad. Las reacciones locales más comunes son el dolor y eritema en el sitio de la inyección. Se presentan entre 6 y 24 horas después de la aplicación de la vacuna, son transitorias y ocurren en el 15 al 20 por ciento de los vacunados. Uno o dos días después de la aplicación de la vacuna pueden presentarse síntomas no específicos, como frío, malestar general y dolor muscular generalizado que se manifiesta en el uno por ciento de los receptores, generalmente en personas que no habían sido expuestas previamente al antigeno viral. Una complicación, sumamente rara, es el síndrome de Guillain Barré en menos de un caso por cada cien mil vacunaciones.

Se recomienda que la vacuna contra la influenza se incluya en la cartilla de vacunación de los niños, personas con asma, bronquitis crónica, enfisema, insuficiencia renal, insuficiencia cardiaca y adultos mayores. Principalmente hay que vacunar a los adultos de mas de sesenta y cinco años y al personal de salud que labora en hospitales o que presta sus servicios en los domicilios de los enfermos, personas que vivan con enfermos de alto riesgo (padres de los niños con asma, etc.) niños que asisten a guarderías o estancias infantiles o que están en algún internado.

La vacuna contra la influenza es muy importante porque evita complicaciones graves a las personas que manifiesten enfermedades crónicas. La Academia Americana de Pediatría, la recomienda en escolares que presenten cuadros gripales frecuentes y para el personal de guarderías y escuelas.

Tomando en cuenta el mecanismo de contagio de la influenza, que es a través de la diseminación de las gotas de Pflúgger cuando los enfermos tosen o estornudan, las principales recomendaciones son: evitar el contacto directo con ellos y lavarse las manos después de tocar los objetos potencialmente contaminados. Se recomienda el lavado de manos con agua tibia y jabón tallando durante 15 segundos.

El ejercicio, una dieta balanceada y dormir adecuadamente, ayudan a fortalecer el sistema inmunológico y a evitar el contagio por influenza. Aunque es difícil evitar el estrés, se tienen menos probabilidades de enfermar por influenza si se lleva una vida tranquila. Una recomendación muy importante es evitar fumar. Se ha demostrado que el humo del tabaco interfiere con los mecanismos defensivos que mantienen a los gérmenes fuera de los pulmones, los fumadores son más susceptibles de enfermar de las vías respiratorias que los no fumadores.

Si ya se está enfermo es posible aliviar los síntomas con algunas medidas caseras, ingerir abundantes líquidos, como agua, jugos, sopas y bebidas que no contengan cafeína, ya que contribuyen a mantener hidratado al paciente y a aliviar su malestar general, especialmente si tiene fiebre. El alcohol y las bebidas con cafeína pueden tener un efecto deshidratante por lo que es preferible evitarlas.

Un humidificador de ambiente ayuda a disminuir la congestión nasal. A los adultos se les recomienda que hagan gárgaras de agua con sal para disminuir la irritación y el dolor de la faringe. Cuando se presentan la tos y los estornudos es recomendable el uso de pañuelos desechables, los que se deben eliminar inmediatamente después de usarlos.

Cada año surgen epidemias de la influenza en las temporadas de otoño e invierno, pero los investigadores están preocupados por la posibilidad de que un nuevo virus pueda emerger en el Siglo XXI y cause otra grave epidemia, por lo tanto nosotros podemos contribuir a evitarla, mediante la aplicación de la vacuna.

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