Por Cecilia Aguilar Acuña.
El Siglo de Torreón
MATAMOROS, COAH.- Son niños, ancianos, hombres mayores, pero también hay mujeres de todas las edades. Algunos están enfermos, débiles, desnutridos y cansados, entre ellos, hay madres gestando; el caso es que obligados por el hambre, ellos aceptan trabajar duras jornadas de trabajo en el campo bajo un sol quemante en base a un sueldo de miseria. Sin duda, ellos representan el rostro del México de hoy.
Alrededor de 84 jornaleros hidalguenses y 150 más de los ejidos La Luz, Coyote, Guadalupe y de otros poblados pertenecientes a este municipio y algunos del Estado de Durango, trabajan en el corte de chile y tomate en la pequeña propiedad conocida como El Paredón, al parecer propiedad de Enrique Alonso, así lo constató ayer El Siglo de Torreón durante un recorrido.
A 15 kilómetros de Matamoros en la circunferencia del ejido El Cambio, se localizan cerca de 40 hectáreas de chile y otras tantas de tomate. Ahí, cerca de 200 toneladas de chile son cosechadas por manos tiernas, féminas, callosas y curtidas por la edad avanzada y luego distribuidas a diversas plazas del país.
El sudor de los jornaleros mexicanos carentes de un empleo fijo que obliga a los conciudadanos mexicanos a dejar sus entidades para buscar un ingreso, corre por unas frentes ceñudas y en otros casos, relajadas, debido a la ignorancia de una inocencia robada y una juventud interrumpida por el hambre y la necesidad extrema.
Tal es el caso de Omar López Olvera, un niño de 13 años, quien desde hace dos semanas trabaja en la propiedad de Enrique Alonso y que con la inocencia de sus años dice con alegría que le pagaron 280 pesos la semana pasada por tres días de trabajo, “según esto este lunes me pagarán 420 pesos, por cinco días de labor”, añade al tiempo que una amplia sonrisa ilumina su cara.
Omar no es ni de Hidalgo y ni de ningún poblado matamorense. Él todas las mañanas poco antes de las ocho llega a El Paredón con un grupo de niños, mujeres y hombres de todas las edades al corte de chile para iniciar su jornada de trabajo. Antes, una camioneta vieja y de redilas casi cayéndose, todos los días pasa por ellos al ejido El Quemado, municipio de Durango a las seis de la madrugada.
De un modo similar son recogidos los otros jornaleros que a diferencia de los trabajadores hidalguenses todos los días terminan su trabajo a las tres de la tarde y la unidad motora que los recogió, los regresa y los deja en alguna enramada cerca de sus poblados.
Este niño viaja solo, ningún familiar lo acompaña. Él se siente alegre, pues lo que ganará servirá para ayudar a “papá y mamá...”.
Hidalguenses temen hablar
Casi todos son del poblado Cuamila, municipio de Huojutla, Hidalgo. Ellos fueron contratados por dos meses para cortar tomate. Llegan en un camión desde sus entidades e igual se van... siempre y cuando no violen lo que establece el contrato, porque si terminan antes de tiempo, pudieran arriesgar su paga -de 70 pesos diarios que luego se reduce a 65 pesos, pues cinco de ellos, son utilizados para pagar los alimentos que consumen- y el regreso a sus hogares.
Según Mateo Flores Hernández, un septuagenario que luego fue advertido por un joven jornalero para que dejara de hablar con la representante de este medio utilizando un dialecto, “si es que no quería tener problemas”, fue la traducción que hiciera luego el anciano.
Según lo que dijo Matero, ayer junto con él, partirían 52 hidalguenses a sus hogares, “pues ya terminamos el contrato que equivale a 60 días trabajados”, manifiesta a través de un español confuso y luego agrega que el 17 del presente mes, 32 jornaleros habrán de hacer lo mismo.
-¿Qué tipo de problemas se enfrentaría?, se le cuestionó al tiempo que muchos ojos desde lejos, volteaban con recelo a ver a la mujer que portaba una cámara y una libreta en mano.
Pero él decidió alejarse presurosamente sin ningún comentario. Sin embargo, antes de ese incidente, Mateo ya había señalado que varios duermen en unos cuartos donde por cama tienen solamente cartones que son conseguidos “ahí, por donde sea” y que esperaban recibir dos mil 465 pesos por 60 días trabajados que les son otorgados hasta el final de ese periodo de trabajo... no antes ni después.
No hay fuentes de empleo
Sandra Mejía Soto, ex regidora y actualmente secretaria del Comité Municipal del Partido de la Revolución Democrática (PRD) dice que la falta de una política económica sustentable se refleja en la realidad que actualmente vive el país, “donde no hay fuentes de trabajo dignas y en donde muchos seres humanos son explotados”.
En el caso de los jornaleros matamorenses, la ex regidora dice que se debe a que en Matamoros no hay fuentes de trabajo, “solamente está la RKI –una empresa que manufactura prendas de vestir- y desgraciadamente, se oyen rumores de que está por cerrar”.
Esta realidad, manifiesta Mejía Soto, “es la que obliga a que niños a temprana edad busquen un ingreso y se olviden luego de lo fundamental, como lo es la educación”.
Para que en Matamoros haya inversión económica, “es necesario tener una Seguridad Pública creíble, pues en una ciudad donde abunda la venta de bebidas embriagantes, el clandestinaje y donde hay altos índices de drogadicción, ¿quién se animará a hacerlo?”.
Hizo un llamado a la Procuraduría del Estado y a las autoridades municipales para que se centren en este aspecto y se decidan en trabajar para crear una ciudad confiable, “pero si ellos son los que no se aplican y vemos casos de influyentismo y corrupción... entonces estaremos muy lejos de lograr que en Matamoros lleguen inversionistas...”.