Moscú, (EFE).- Ya han pasado más de veinte años, pero desde entonces no nacen niños sanos en la apartada aldea siberiana de Borojal, donde el extinto régimen soviético ordenó una explosión nuclear subterránea que condenó esa zona cercana al lago Baikal.
La explosión, que ocurrió el 31 de julio de 1982 a centenares de metros de profundidad, no descubrió yacimientos de uranio, petróleo o gas, pero sentenció a los habitantes de Borojal a vivir bajo los efectos de la radiación, denunció esta semana el diario "Trud".
"En Borojal, ya no quedan adultos testigos de la prueba, todos han muerto", dijo al rotativo Irina Tolmacheva, la única partera que todavía ejerce en esta aldea de la provincia de Osinsk, en la región rusa de Irkutsk, sur de Siberia
"Cuando comencé a trabajar en Bolojal, doce años antes de la prueba, la mayoría de los niños nacían sanos. Tras la explosión, las mujeres comenzaron a parir bebés enfermos y con deformaciones genéticas", afirmó Tolmacheva.
Años después, la versión oficial explicó que la explosión fue un "sondeo profundo de la corteza terrestre" en un programa científico de "pruebas nucleares con fines pacíficos".
Se trataba de detonar cargas nucleares de baja potencia en "cámaras de explosión" depositadas en fosos recubiertos por gruesas capas de hormigón y excavados a diferentes profundidades del subsuelo y en distintos lugares del territorio soviético.
"Yo tendría no más de trece años. Entonces, los mayores hablaban de que si encontraban uranio en Osinsk, nos haríamos ricos", recordó otro testigo de la prueba de Borojal en un reportaje publicado por la revista "Tribuna".
"La explosión rompió los cristales de las ventanas, sentimos un temblor de tierra que pasó desapercibido en Irkutsk, a 160 kilómetros", subrayó el testigo.
Tras la explosión, funcionarios de los ministerios de Energía Atómica y Defensa de la URSS "certificaron" que la explosión no contaminó con radiación el subsuelo ni el entorno.
Muchos años después, expertos del Instituto de Geoquímica de la Academia de Ciencias dieron la voz de alarma en 1999 al detectar en las aguas subterráneas de Borojal isótopos de estroncio-90.
Otras entidades de seguridad nuclear y organizaciones ecologistas confirmaron inequívocamente la contaminación radiactiva en Borojal.
Los expertos suponen que, por alguna razón, se deterioro la cámara de explosión y el material radiactivo contamina desde entonces el subsuelo.
Yona Ivanova, pediatra jefa del hospital regional de Osinsk, confirmó que entre la población infantil han aumentado los tumores cancerosos y de tiroides, las deficiencias cardíacas congénitas, y la ceguera.
Ante los comicios parlamentarios del próximo diciembre en Rusia, Alexei Jorinoyev, presidente del Parlamento regional, ha enarbolado una campaña para incluir a Borojal y otras aldeas vecinas en un programa federal de ayuda.
Sólo así, las autoridades locales podrán recibir fondos adicionales para la asistencia médica de los habitantes y medios técnicos para limpiar los terrenos afectados.
A pesar del despliegue propagandístico con que el que Kremlin anunciaba cada prueba atómica, las denominadas "explosiones nucleares con fines pacíficos" transcurrieron en el más absoluto secreto.
Un único informe del Ministerio de Energía Atómica de Rusia publicado en 2001 reveló que durante 23 años (desde 1965 hasta 1988) en la URSS se realizaron 124 explosiones nucleares "con fines pacíficos".
La mayoría de estas pruebas, a profundidades de entre 500 metros y 2,8 kilómetros, las hicieron el ministerio de Geología, y el de Gas y Petróleo en las regiones de Arjángels (noroeste), Krasnoyarsk, Irkutsk, Tiumen y Yakutia (Siberia) y Astracán, en la desembocadura del Volga, en el mar Caspio.
Oficialmente, las pruebas pretendían medir la estabilidad sísmica de las capas subterráneas, optimizar la extracción de gas y petróleo en los pozos, además de descubrir y fragmentar las vetas de yacimientos de minerales.
Pero algunas versiones extraoficiales han señalado que las pruebas atómicas subterráneas perseguían objetivos más ambiciosos, como el desvío del curso de los ríos siberianos hacia zonas desérticas de Asia Central.
El rotativo "Cheliabinski Rabochi" hace tres años denunció que el Centro Federal Nuclear de Anezhinsk, en los Urales, había realizado incluso explosiones nucleares subterráneas para provocar terremotos.
Detrás parecían estar los supuestos planes secretos rusos para la fabricación de las llamadas bombas tectónicas, capaces de desatar con fines militares seísmos devastadores para acabar con centenares de miles de personas.