LA AGRICULTURA Y LA CULTURA EN MÉXICO
Por Agustín Cabral Martell
El campo mexicano es el escenario en donde las contradicciones de la sociedad se acentúan con mayor vigor. De ahí que la sociedad rural mexicana constituye un problema complejo en el cual prevalece la diversidad, la heterogeneidad, la asimetría interregional y en ocasiones, interlocal. Asimismo, es ahí donde se observa la prevalencia de patrones culturales sobre las condiciones del medio físico o la multiplicidad tecnológica en la cual se localizan los más variados modos de producción. Éstos a su vez, originan los enormes desequilibrios económicos entre regiones, así como la falta de un manejo integral de los recursos naturales en forma sustentable con consecuencias en la mayoría de las ocasiones desfavorables.
De los diversos diagnósticos efectuados por especialistas sobre el sector, se pueden destacar los siguientes aspectos:
La paradoja es el medio rural mexicano en donde se observa la agricultura que consiste en reconocer verbalmente la importancia del sector, pero en la práctica, relegarlo en términos de prioridades de inversión y discusión sería de su problemática.
El desafío es: revalorar su importancia, aplicando un enfoque sistémico a los asuntos de la agricultura, la alimentación, los recursos naturales, la pobreza y el desarrollo rural integral.
Hay que tener presente, que una agricultura próspera significa la tranquilidad y paz social, pues como es por todos conocido, el medio rural mexicano tiene una importancia vital para el país, en el habita cerca del 25% de la población nacional.
La agricultura mexicana
De los aproximadamente 200 millones de hectáreas que tiene el país, solamente cerca de 24.5 millones se consideran susceptibles de explotación y cultivo, lo que significa el 12% de la superficie nacional. Pero de éstas, de hecho sólo cerca de 18 ó 19 millones de hectáreas se cultivan anualmente; es decir, un poco más del 9% del territorio nacional. De los 18 millones de hectáreas que se cultivan, sólo cerca de seis millones disponen de riego. De los 12 millones de hectáreas restantes, sólo la mitad aproximadamente se considera que es de buen temporal y otros seis millones es de tierras de menor calidad, de muy mal temporal, las que se han degradado por el paso de las lluvias, de los años y por el manejo tradicional por parte de los productores.
Con todo ello, existen regiones y cultivos en los que México es muy competitivo, lo que ha permitido que hayan florecido importantes polos de desarrollo, empresas y productores exitosos que han conquistado mercados internacionales exigentes y altamente competitivos, aprovechando la red de acuerdos comerciales signados por nuestro país.
Sobre la Tierra y población
La política del reparto agrario y el crecimiento natural de la población rural –muy superior en relación al urbano- han dado lugar a un minifundismo empobrecedor, ya que del total de unidades rurales de producción, el 60% tiene una extensión no mayor de cinco hectáreas y de ésta, poco más de la mitad tiene menos de dos hectáreas.
Por lo que respecta a la comercialización, los productores enfrentan altos costos e incertidumbre de comercialización de sus cosechas debido a que la infraestructura física para almacenar los productos, es notoriamente insuficiente y en muchos casos, obsoleta. Las redes de frío son prácticamente limitadas, lo que constituye una barrera para el manejo adecuado de los productos perecederos, tanto para el consumo nacional, como para la exportación.
Por otro lado, las pérdidas por malos manejos de poscosecha son extremadamente altas, se estima que puede llegar hasta en un 25% a nivel nacional, debido a la falta de aplicación de tecnología existente, condiciones e infraestructura de almacenamiento acordes con las necesidades de los productores.
En materia de sanidad animal y vegetal, las acciones de prevención y control han sido limitadas, debido a que no se cuenta con los suficientes recursos para la defensa sanitaria adecuada, por lo que se han sufrido cuantiosas pérdidas derivadas de enfermedades y plagas introducidas a nuestro país. Ello se debe en gran parte, a que se ha privilegiado una orientación de tránsito y movimiento de los productos y enfermedades a lo largo del país sin que exista un estricto control.
Por otro lado, en materia de educación, la escolaridad promedio de la población rural es de 3.1 años de primaria, mientras que en el ámbito urbano la escolaridad promedio es de 7.1 años. Los niveles de analfabetismo y analfabetismo funcional son mucho más elevados en este sector que en las ciudades. Los programas educativos y culturales, así como la investigación, capacitación y transferencia de tecnología, se encuentran poco articulados y no siempre corresponden a los requerimientos objetivos de la población.
Por lo que respecta al deterioro ambiental, más de 40 millones de hectáreas de bosques y selvas se han perdido durante los últimos 50 años debido al cambio de uso del suelo, la tala clandestina o irracional, incendios forestales, baja educación ecológica de la población que habita o se beneficia de las áreas forestales; por lo anterior, esperemos que la nueva Ley de Desarrollo Forestal Sustentable resuelva este problema.
Aunado a los puntos antes referidos cabe destacar como aspectos muy relevantes del escenario del campo mexicano, los hechos que a continuación se enlistan.
El Tratado de Libre Comercio obliga a los productores y agroindustriales mexicanos a una mayor productividad y competitividad en sus productos.
Por otro lado y a raíz de la apertura comercial y por motivos de competitividad, los productos de las agricultura, cada día están sujetos a una normatividad más rigurosa en los aspectos de ecología, inocuidad y calidad de alimentos. Esperemos que la normatividad mexicana se adecue a estas exigencias.