Por Agustín Cabral Martell
UN MENSAJE PARA TI . . .
Amigo lector: En esta ocasión me siento obligado a enviarte un mensaje con motivo de la fiesta que se celebra en todo el mundo, que no es una fiesta cualquiera, como tú ya sabes.
En esta época se escribe nuevamente la página de oro para la historia de la humanidad, acontece el nacimiento del hombre-Dios que transforma las mentes y corazones de la gente de su momento, para que esa mentalidad trascienda de generación en generación en la verdadera doctrina que no sólo humaniza sino diviniza. Y así, tomando nuestra frágil naturaleza, nace, recostado en un pesebre, entre animales, pasto y humedad, luchando contra toda adversidad, en una cueva que sirve de establo, así de pobre, así de frío, en donde hoy miles de peregrinos visitan la estrella plateada en la cueva de Belem, Israel.
Su padre preocupado para que nada falte, desempeña sus propias labores, serio y entregado a su santa misión. Su madre, una joven doncella, hermosa, de inspirada fragancia femenina, con una dulce sonrisa dibujada en sus labios que irradia santidad; ambos con la responsabilidad y disposición de cumplir la tarea más sublime jamás vista. ¡Dios hecho hombre! Llega a nosotros para quedarse eternamente. ¡Ha llegado la luz al mundo que estaba en tinieblas!, Jesús es el camino, la verdad y la vida, ¡regocijémonos en Él y no en los placeres mundanos que invaden a la sociedad continuamente. El Niño Dios nos trae la paz, la verdadera razón de vivir! Él está con nosotros, debemos estar nosotros con Él, en santa paz, que el mundo tanto necesita, con alegría sana en cada hogar. Recemos ahora, elevemos una plegaria para que, ahora, más que nunca, nazca en cada uno de nuestros corazones, pues siempre lo necesitamos. ¡Que triunfe la hermandad en la tierra!, ¡que sea nuestra alma el establo de Belén!
El Nuevo Testamento bíblico se inicia, la doctrina Cristiana se extenderá sin topar fronteras, trascenderá dejando la verdadera razón de estar en este mundo y llegará a todos los confines de la tierra. “No vine a ser servido sino a servir”, palabras que deben quedarse por siempre en la mente y corazón de todos nosotros, como herencia a seguir, sigámoslo a lo largo de su vida para la nuestra, pongamos en práctica lo que se ha dicho: “Vivan felices y no dejen de orar”. Que esta Navidad se viva intensamente y que la alegría que invade nuestros ser hoy, perdure para siempre en cada uno de nuestros hogares.
Con profunda alegría, gozo y respeto, esta columna desea de todo corazón, que estas fiestas navideñas se vivan plenamente, con verdadero espíritu cristiano y que la felicidad que sentimos ahora por el nacimiento del Niño-Dios perdure por siempre, son los mejores deseos para todos y cada uno de los lectores de “El Siglo de Torreón”, para todos los trabajadores de este prestigiado diario, para cada hogar de esta Comarca y para cada lagunero.
. . . Vivamos este invierno y la alegría de sentir el intenso calor divino que invade los corazones nobles.