Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

NORTE Y SUR

Salvador Barros

Convencional y rebelde: ?Schnitzler y su tiempo??, de Peter Gay

En 1918, poco antes del fin de la Primera Guerra Mundial, el crítico inglés Lytton Strachey (1880-1932), con la pérfida ironía de sus ?Eminent Victorians??, remachó el último clavo en la tapa del féretro donde yacía la era victoriana.

A la vez que destacaba sus virtudes, no dejaba de señalar a personajes clave de esa época -el general Gordon de Kartún, Florence Nightingale, el cardenal Manning, el doctor Gordon- como amables lunáticos empeñados en desmentir las más vehementes inclinaciones de la naturaleza humana y sublimarlas en actos de heroísmo altruista cercanos al absurdo.

La generación de Bloomsbury (Strachey era íntimo amigo de Virginia Woolf y su círculo) y, en el eje cultural Estados Unidos-París, la generación del jazz saludaron con entusiasmo esa burlona despedida, que tanto hizo reír a sus lectores.

Y así se perpetuó la noción de que en la historia de Occidente no habían existido tiempos más represivos, hipócritas y aburridos que los de Victoria (que reinó entre 1837 y 1902). Hacia los años 60?s del Siglo XX se comenzó a dudar de tal certeza. Y fue, curiosamente, a través del renacimiento -por obra de los diseñadores, los decoradores y los arquitectos- de ciertas formas románticas de expresión visual (la reivindicación del Arts & Crafts de William Morris y del Art Nouveau), como la era victoriana empezó a ser vista de otra manera.

Se pudo apreciar entonces la formidable energía de aquellos mismos personajes antes ridiculizados. Se reconoció su integridad, su coraje, su decisión, su tenacidad, su capacidad de concretar las audacias de la imaginación. Sin olvidar que fueron también tiempos de atroz miseria para las clases populares, de auge de la prostitución, de rapacidad y avidez de lucro. Pero seguimos viviendo hoy del impulso de las generaciones victorianas y no hay avance de la ciencia y de la tecnología contemporáneas que no tenga su origen en aquella era.

Revela Peter Gay, historiador inglés, en este libro notable, que el narrador vienés Arthur Schnitzler (1862-1931) es menos el protagonista de una biografía que el pretexto para examinar el fenómeno del ?victorianismo?? y contribuir a esclarecerlo.

De ahí el subtítulo, ?Retrato cultural de la Viena del Siglo XIX??. El autor se sirve de la figura del médico, dramaturgo y novelista vienés, de origen judío, para sostener que la época victoriana (Schnitzler sería, en realidad, un victoriano tardío) no fue tan represiva, autoritaria y pacata como lo supone la tradición. No puede ocultarse que, en cierto modo, en la tesis de Gay hay una petición de principio: Su biografiado es, justamente, un rebelde contra los prejuicios de su clase -la burguesía ilustrada que dio brillo incomparable al ocaso de los Habsburgo- y de su tiempo.

A la vez, Schnitzler no dejaba de acatar aquellas mismas convenciones, en la medida en que era machista, libertino y misógino: Exigía la virginidad en sus innumerables conquistas y a continuación despreciaba a la mujer que había cedido a sus avances.

Contabilizaba cuidadosamente sus orgasmos (aunque sin la precisión maníaca del famoso ?Walter?? inglés de fines del Siglo XIX), se deprimía tras sus abrazos amorosos y se divertía en oponer a sus amantes simultáneas, creando entre ellas rivalidades y enconos que solían terminar en suicidio. En suma, concluye Gay, un neurótico temible y, casi con seguridad, un homosexual larvado.

Contemporáneo de Freud, éste apreciaba a Schnitzler y lo miraba con ojo clínico, pero le tenía cierto recelo (?Freud era una buena persona??).

De esa neurosis brotaron, sin embargo, obras maestras como la pieza teatral ?La Ronda?? (1900) y la novela corta ?La señorita Elsa?? (1925).

Pero el verdadero protagonista del libro es el análisis, apasionante, del momento cultural en que el antiguo orden se desmorona y ya está presente el nuevo, el denominado modernismo o modernidad, tan vital e imaginativo como no lo es, en absoluto, la actual, estéril parodia denominada posmodernismo.

De todas maneras, y pese a lo convincente de muchas argumentaciones de Gay, un cargo sigue y seguirá pesando sobre los victorianos: El de su rampante hipocresía, a la que ni siquiera la desafiante actitud de Schnitzler pudo escapar del todo.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 57423

elsiglo.mx