Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
Abren los violines, vivaces, dinámicos, complementándose unos a otros en la melodía, para ser seguidos por las violas, los cellos y los contrabajos; un equipo de cuerdas que irradia luminosidad desde el escenario y nos transmite toda la emotividad de un primer movimiento. Suenan los cornos, o los oboes, o se acompañan por momentos de la flauta o del clarinete, reforzando esa luminosidad que surge cada vez más intensa. Se trata de un proceso hipnótico que nos paraliza conforme observamos los rítmicos movimientos de las manos del maestro Shade, de la maestra Riazanova o de cualquiera de los directores invitados que han desfilado por el escenario del Teatro Martínez. En estilos diferentes cada uno, sus cuerpos transmiten idéntica vivacidad y se cimbran al ritmo de los compases, al irradiar a la vez toda esa fuerza y emotividad, que se reparte y se unifica paralelamente en cada uno de los músicos y en todos como conjunto, para luego ser reflejado hacia nosotros como público, mediante el espíritu y el mensaje de sus interpretaciones.
Definitivamente, la música es otro tipo de lenguaje básico, otro medio de comunicación que el ser humano ha utilizado desde sus primeros pasos en la historia, conforme balbuceó y fue aprendiendo el ritmo y la cadencia de los sonidos y las palabras. A través de la música hemos encontrado una forma de relacionarnos y enlazarnos, de participar los unos con los otros en una especie de comunión, de expresar nuestras ideas y reflexiones, nuestras ilusiones y fantasías, nuestras necesidades más recónditas, pero especialmente nuestras emociones más profundas e intensas, aquéllas que sólo la sensibilidad de cada persona es capaz de registrar y manifestar.
El ser humano es musical por naturaleza, desde sus percepciones de los latidos del corazón materno, primer ritmo musical al que somos expuestos en el útero, o desde los primeros balbuceos y gorjeos como bebé. Después aprendemos a tararear, silbar o entonar diversos tipos de melodías, desde las canciones de cuna con las que nos arrullaron. Poco a poco hemos buscado imitar los ruidos y sonidos que nos rodean diariamente en el ambiente familiar y también en el que no lo es tan familiar. El repertorio va aumentando y forma parte de nuestro lenguaje no verbal, de ése que nos sirve para transmitir los estados de ánimo, las emociones, el dolor, el descontento, la insatisfacción, la tristeza o la alegría, la excitación, el enamoramiento y las pasiones, los celos o los temores, la felicidad o inclusive el éxtasis al que se es capaz de llegar durante los momentos de placer o de arrebato. De una u otra forma, la música nos acompaña en todo momento, incluso hasta en el final de nuestra existencia. La música es realmente una parte fundamental de nuestra vida, de nuestro mundo y nuestro espíritu, no importa el tipo de sociedad o de cultura al que pertenezcamos, aún en la presente en la que la tecnología y la industrialización nos ha llevado a construir un mundo un tanto loco y desvariado. Un mundo en el que a pesar de los pesares, a pesar de los ruidos estruendosos y abrumadores o la contaminación acústica, la música sigue estando viva en todas sus manifestaciones y estilos y afortunadamente no ha dejado de ser parte de nuestro entorno.
La Camerata en La Laguna confirma naturalmente esa necesidad y esa pasión por la música, desde el momento en que este conjunto se formó gracias a la estupenda iniciativa de un grupo de laguneros que la mantienen viva con apoyos oficiales y privados. La forma y la organización de su patronato ha facilitado y estimulado el crecimiento de la Camerata, que florece día con día y año tras año para convertirse en ese lujo del cuál podemos presumir en nuestra región con verdadero orgullo. La formación y calidad de sus músicos es verdaderamente un lujo, al igual que sus directores. Adorna nuestro desierto como una joya muy valiosa que podemos admirar, percibir y conectarnos emocionalmente en cada uno de los conciertos que tenemos el privilegio de escucharle.
El contacto y el enlace con la Camerata es una experiencia sumamente intensa y emotiva, es una especie de comunión reflexiva, vívida y satisfactoria, en la que se mezclan las ideas, las imágenes, las memorias, las vivencias, los pensamientos sueltos y los sentimientos a través del vínculo que logramos establecer en ese momento con vivencias y emociones que provienen de la partitura de cada autor. Cada melodía lleva consigo todo un lenguaje sin palabras, cada movimiento nos mueve de uno a otro estado de ánimo para transmitirnos muy diversas vivencias y experiencias que se conectan con las propias y facilitan ese estilo de comunicación tan diferente del verbal al que estamos acostumbrados, y que no siempre es fácil de describir.
Cada concierto con la Camerata es una experiencia diferente, es como una aventura desconocida y estimulante, que no sabemos hacia dónde nos vaya a llevar, pues dependerá por un lado del repertorio y los mensajes que transmiten y que cada vez es más amplio, a la vez que de nuestro propio estado de ánimo y la apertura que presentemos en ese momento para recibirlo. Es definitivamente un orgullo tener un conjunto de tan primerísima calidad en nuestra región, tener la oportunidad de escucharlos y aventurarnos junto con ellos en un mundo muy diferente al de todos los días, en esa aventura fascinante.
Sin duda alguna, la música forma parte de nuestra naturaleza y nuestros orígenes, de nuestro estilo de comunicación y vinculación. La música es un alimento y por lo mismo llega a proporcionarnos placer, serenidad, excitación, estremecimiento y satisfacción a muchas de nuestras necesidades y emociones. La música es parte de nuestra salud mental, y entre nosotros contamos con la Camerata como un privilegio, como algo nuestro que valoramos y que se ha convertido en una fuente maravillosa que nos transmite su lenguaje a través de la música y nos conecta con esos mundos externos e internos de los que formamos parte todos. Una excelente receta para fortalecer nuestra salud mental.