Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Segunda parte)
Para tantos individuos en nuestro país, es casi un estilo de vida mantenerse en puestos de poder quizás como una forma de seguir siendo recordado, reconocido, atendido, puesto que seguramente les debe crear una terrible angustia y zozobra el sentirse olvidado, secundario o pasado de moda.
En muchas ocasiones nos damos cuenta que esos puestos no sólo los mantiene en el escenario, pero además específicamente y de un modo muy concreto, los mantienen también con vida y con un estilo de vida, puesto que su existencia depende de los ingresos económicos que forman parte del puesto, además de los beneficios también económicos extra que están implícitos dentro de dicha posición. Se trata de estos sujetos a los que comúnmente aludimos como aquéllos a los que “sí les hizo justicia la revolución”, o les sigue haciendo.
A veces todos nos hemos preguntado por qué existen otros individuos que a través de sus negocios, empresas y trabajo en general han amasado fortunas importantes con las que seguramente podrán mantener a varias generaciones, pero que no les son suficientes y buscan de todos modos ese poder al que me refiero. Ahí aparecen los signos nuevamente de esa enfermedad, de ese “presidentismo”, que refleja por un lado el aburrimiento y la insatisfacción con lo que tienen, y por el otro la inquietud, la angustia y la ambición por lograr aún más, sin que aparentemente nada les resulte suficiente y completo. ¿Será acaso algún tipo de bicho muy mexicano y virulento? ¿O tendrá que ver con el peso de los años, la inseguridad de la vida y tal vez el miedo al acercamiento de la muerte que se hace más corto conforme pasa el tiempo?
¿Qué hacen los ex presidentes para ponerse en paz con ellos mismos? ¿A qué se dedican o cómo terminan ese proceso, si es que lo pueden terminar? ¿A qué género humano pertenecen, qué clase de personalidad y de coraza llevan por dentro, que por un lado los empuja a moverse en esa forma y por el otro los ayuda a manejar su narcisismo y vanidad herida para mantenerse a flote buscando el poder y el protagonismo interminables? Debe ser una situación complicada, insatisfactoria y que conlleva un importante vacío interno, nada fácil de llenar.
Posiblemente siguiendo ese modelo político de México, de corte colonialista o priísta, o como quiera que deseemos denominarlo, un modelo que naturalmente sigue muy presente en nuestra esencia y nuestras raíces, a pesar “del cambio”, las asociaciones psiquiátricas se rigen por principios semejantes. Los puestos administrativos y de poder se localizan en la capital del país, desde donde controlan y gobiernan. Desde ahí se encargan de luchar entre sí para mantenerse en tales puestos, o para heredarlos a miembros de los muy diferentes grupos de poder que pertenecen a su vez a las diversas instituciones privadas o públicas encargadas de la salud mental en una ciudad tan gigantesca como el DF. Ese tipo de modelo político llega en ocasiones a ser también tan abrumador, dependiendo de los grupos y los individuos, que opaca inclusive los objetivos académicos de estudio, enseñanza e investigación de estas sociedades, al desperdiciar sus recursos de todos tipos en esas luchas de poder. Se trata naturalmente de luchas que no tienen validez o significado alguno, excepto para el o los individuos interesados en ello, que comparten el mismo “presidentismo”.
Los congresos psiquiátricos nacionales son entonces una mezcla de variadas de academismo, relaciones sociales, entretenimiento y política, cuyo equilibrio naturalmente dependerá de la coherencia, armonía, organización, esfuerzo y preparación que existe entre los integrantes de ese grupo en el poder en turno. Ellos serán los encargados de planear o no con mucha anticipación un congreso que generalmente se realiza cada dos años a nivel nacional, a pesar de que periódicamente se organizan otros eventos más localizados en áreas específicas dependiendo de los capítulos de la asociación que los organicen.
Para todos aquéllos que hemos organizado algún tipo de evento semejante, para quienes de una u otra forma hemos estado involucrados en ello, sabemos por la experiencia, que se requiere de un esfuerzo enorme por parte de un equipo de colegas que estén dispuestos a cooperar, trabajar arduamente y a compartir las responsabilidades implícitas en la planeación, preparación y organización de una reunión de tal índole. Por muchos años fue así nuestra experiencia en PSILAC, cuando pudimos organizar una vez al año un curso de fin de semana en el que participaron invitados internacionales, nacionales y locales para desarrollar diversos tópicos importantes sobre la salud mental. (Continuará).