Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
No cabe duda de que todas las ciudades, al igual que las personas, necesitan cuidado, protección, mantenimiento, planes para no sólo modernizarlas, urbanizarlas y hacerlas más funcionales, sino también para maquillarlas y embellecerlas, especialmente cuando sus atractivos no lo son tanto. De seguro que ése está siendo el pensamiento y criterio de nuestras autoridades municipales, que en los últimos meses se han dado a la heroica y poco común tarea de llevar a cabo ese proceso con la ciudad de Torreón. Es así, como hemos observado y además sentido en nuestros autos y en nuestra trayectoria, todo el regocijante movimiento y la enorme ebullición que ha surgido por doquier en esta temporada. Fosos, baches y agujeros más voluminosos y frecuentes de lo que estamos acostumbrados normalmente a soportar, se han proliferado a lo largo de las principales avenidas y bulevares en toda la ciudad. Casi podíamos sospechar que se estaba construyendo un sistema de metro urbano, por la magnitud de tales perforaciones.
Y sin embargo, no es así; se está simplemente modernizando un sistema de aguas y drenaje histórico y caduco que requería cambio y actualización, para dar mejor servicio a los ciudadanos, en una zona donde el agua es casi el producto de un milagro; un milagro al que paulatina y tranquilamente le estamos dando fin. Igualmente se están ampliando bulevares como el Independencia, para dar mayor agilidad al ya de por sí cargado y caótico tránsito citadino.
Seguramente que se trata de obras que han sido analizadas, estudiadas cuidadosamente y puesta en marcha con una muy seria planificación y organización. Me recuerdo que hace varios años se gastó una muy buena cantidad de dinero para traer técnicos de Francia o de algún otro sitio en Europa, para hacer un estudio cuidadoso del tráfico en esta región y desarrollar un programa de modernización para facilitar el desahogo del mismo entre las tres ciudades.
Se le dio mucha publicidad, se hicieron conferencias de prensa, hubo discusiones acaloradas entre los políticos y los partidos de uno y otro color como siempre; pero al igual que tantos de estos proyectos gastados y perdidos en nuestro país, le perdimos la pista y no sé lo que haya sucedido al respecto o si es hasta ahora que se está recuperando tal proyecto.
Quizás el enorme puente y distribuidor vial que se está construyendo en la salida a Matamoros y que tanto dolores de cabeza y disturbios de tránsito ha provocado entre los automovilistas y choferes en general que tienen que circular por ese tramo diariamente o al menos con gran frecuencia, sea parte también de dicho proyecto. Definitivamente deberían ser soluciones viales no sólo para el momento actual, sino para el futuro de una ciudad como ésta que está creciendo rápidamente, a pesar de las resistencias económicas e inclusive personales de la misma ciudad. Una ciudad que prolifera desorganizadamente en todas direcciones, sin mucha planeación, como sucede con la mayoría de ciudades en México en el presente, aún a pesar de una crisis, que ya no podemos llamar así, puesto que se ha prolongado a través de los años, como si se tratara más bien de una enfermedad grave y crónica que nos devora.
A pesar de las mentes maliciosas, de los espíritus dolidos de los partidos arcaicos que con mucha dificultad tratan de rejuvenecer y hacer ruido, tenemos que pensar que se trata de obras necesarias y benéficas para la ciudad. Al menos parecen tener mayor sentido que lo que había sucedido en los últimos períodos de presidentes municipales, de muchos discursos y pronunciamientos, pero con pocos resultados visibles y tangibles. Así ha sucedido frecuentemente por ejemplo, en ese juego de las escondidas entre SIMAS y el departamento de pavimentación, de recarpetear o tapar agujeros, para luego abrir otros nuevos en las mismas calles y avenidas, en un juego interminable y sin planificación que daña nuestros bolsillos y nuestros vehículos, en una ciudad caracterizada por los agujeros que nunca desaparecen realmente.
El único problema de todas estas obras, es que se encuentran en su apogeo en pleno mes de noviembre y de diciembre, cuando se inicia precisamente la desaforada fiebre y locura que nos invade para Navidad a todos los humanos. Desde septiembre, la mágica mercadotecnia se ha encargado de gritar a los cuatro vientos su mensaje navideño, apto para niños, para amas de casa y para todos aquéllos que acostumbran desahogar sus depresiones, sus angustias y todos sus malestares emocionales a través del gasto de dinero que podrán o no tener en abundancia o que quizás no alcanzarán a tener tampoco, pero que de todos modos lo gastarán.
El espíritu navideño postmoderno es más como una enfermedad, que como un verdadero espíritu familiar, de convivencia, de amor o de reunión y acercamiento. Y esa especie de enfermedad se desborda por las calles atropelladamente, de forma impulsiva e irracional, para reflejarse en un tráfico que si de por sí es caótico, mal educado e irregular en nuestra región, se vuelve aún peor en esta temporada. El resultado es el aumento en el nivel de atropellados, choques, muertos y accidentes sin sentido, cuando además no se tiene el tipo de vigilantes que realmente sepan educarnos y guiar ese tráfico de un modo más accesible y viable.
Para aumentar nuestras desdichas, en estos días ya se está preparando el fervor y la devoción de la gente para volcarse a las calles en forma de peregrinaciones, que inundan a toda la ciudad, no sólo en los itinerarios consabidos, sino también en cualquier calle en donde su espíritu religioso les nazca y les aconseje danzar y orar. La ciudad entonces enloquece aún más y el caos nos acompaña hasta el final del año, en que los brindis y las borracheras, los cohetes y los ?cuetes? cierran el período, para abrirlo crudos en todos sentidos para el 2004. Ésos son nuestros más accesibles, frecuentes y primarios mecanismos psicológicos para manejar la ansiedad, la depresión y la enorme cantidad de sentimientos encontrados que estos meses nos producen a todos.
Este mes entonces, se mezclarán todas esas obras de modernización y embellecimiento de la ciudad, con el fervor, la locura y el espíritu navideño, que posiblemente nuestras autoridades no tomaron en cuenta en su planeación, para convertirse en una combinación explosiva y caótica, con miles de detonadores a cada paso, que seguramente harán las cosas mucho más difíciles para todos. Por lo mismo, éste es un llamado preventivo de alerta para hacer conciencia de las bombas y detonadores internos que todos traemos, del peligro que pueden representar cuando salimos a la calle y nos mezclamos con los demás, ya sea a pie o en los vehículos y del peligro mismo que la invasión de la ciudad representa, cuando las vías de tránsito se encuentran bloqueadas, mal señaladas o ilusionadas y con poca guía o vigilancia para apoyarnos en nuestro diario transitar. ¡Tenga cuidado. Protéjase y proteja a los suyos en este período!