Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Cuarta Parte)
En tantas ocasiones cruzamos los puentes a ciegas, sin tener siquiera una idea de hacia dónde nos llevarán. Los podemos atravesar en ese silencio y semioscuridad de la desorientación y el desamparo, que nos acompañan con un sabor entre agridulce y picante tan peculiar que suele darse en nuestras primeras experiencias. Las encrucijadas, las redes de caminos, los atajos, las desviaciones, los puentes forman parte de esa geografía de la vida en la que nos movemos, nos desarrollamos y morimos.
De un territorio al siguiente, de un espacio a otro, de mundo en mundo, los puentes están siempre presentes, a veces cuando han sido construidos por nosotros mismos, o en ocasiones por otros que los han ido dejando a su paso; con quienes nos identificamos, los imitamos, los perseguimos o al menos forjamos la ilusión de que seguimos sus huellas. La vida está repleta de retos y aventuras, de puentes a enfrentar y atravesar, sea que lo sepamos y lo hagamos conscientemente, o incluso aún cuando preferimos cerrar los ojos y negarlo, para hacerlo entonces ciegamente. La realidad es que de una u otra forma, independientemente de lo que creamos, esa geografía es real y los puentes existen.
San Francisco al igual que tantas otras fantásticas ciudades de nuestro planeta, se conecta con las diversas áreas de su territorio y la bahía por medio de los puentes. Aunque el Golden Gate es quizás el más distintivo y conocido, los otros que existen para conectar las ciudades de Oakland o Berkeley son igualmente importantes, a pesar de no tener la misma belleza y donaire del primero. Ciudades como Venecia, París, Roma, Praga, Estambul, Brujas, Amsterdam, Nueva York y tantas otras, son también ciudades en las que definitivamente los puentes cumplen importantísimas funciones en su vida diaria, además de que generalmente están dotados de un encanto que los hace únicos para cada una.
Los puentes tienen su origen, su razón de ser, su historia y sus tradiciones, que les dan ese sabor y personalidad de muchos siglos, como construcciones señoriales e indispensables para la existencia y la comunicación en cada territorio. En la actualidad, siguen siendo parte del presente y muy seguramente lo serán de la posteridad, mientras la estupidez y la falta de juicio no termine con ellos. Forman parte de nuestra herencia, de los caminos de la vida, de la historia y del cotidiano pasar de sus habitantes.
El otoño de 2002 y la primavera de 2003 se convirtieron en excelentes temporadas para la construcción y el cruce de los puentes, gracias a los estímulos que emanan de estos congresos de psiquiatría de niños y adolescentes por un lado, y de psiquiatría de adultos por el otro. Los increíbles y laboriosos esfuerzos de ambas asociaciones, la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y del Adolescente (AACAP) y la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), (las dos sociedades psiquiátricas más importantes en Estados Unidos), forjaron admirablemente esa tupida red de puentes y conexiones entre ponentes y congresistas, entre el personal administrativo de cada agrupación y sus asociados, entre unos y otros asistentes, entre psiquiatras de diversos países y sociedades, entre médicos y los agentes de diversas compañías farmacéuticas, entre el personal de hospitales e instituciones psiquiátricas, o de casas editoriales de libros y revistas científicas, y en fin entre todos esos miles de asistentes a ambos congresos, calculados alrededor de 5,000 para el de otoño y cerca de 20,000 para la primavera, cifras verdaderamente altas e impactantes para cada evento, como es la costumbre cada año.
Como asociados a cada uno de estos grupos, tuvimos la oportunidad de escoger desde tiempo antes, como generalmente sucede anualmente cuando se reciben los programas preliminares con bastante anticipación, los caminos a tomar y los puentes a cruzar respecto a las sesiones académicas en cada uno de ellos.
Es fácil escoger en esta forma, de acuerdo a los objetivos más apropiados para las necesidades y experiencia de cada congresista, según las áreas y los conocimientos que se quieran revisar, actualizar o aprender de primera instancia por ser completamente nuevos y desconocidos. Es fantástico constatar que en nuestra época, la psiquiatría está intentando cimentar toda clase de puentes, que se extienden en múltiples direcciones, en esa búsqueda por enlazar áreas de las ciencias que hasta ahora han sido extrañas y aparentemente contrarias entre sí, como es el psicoanálisis y las ciencias básicas, como son la neuroendocrinología, la neuroanatomía y la neurofisiología, la religión y la espiritualidad con la psicología y la psiquiatría; la bioquímica o la farmacología con diversos tipos de psicoterapias, consideradas dentro del área exclusiva de la psicología, y así, muchísimos otros ejemplos.
Se trata de puentes y caminos que buscan darle al ser humano esa unidad integradora de la que se ha carecido desde hace siglos, como resultado de la ignorancia y del oscurantismo, cuando falsa, irreverente e ilógicamente se le despedazó en soma y psique, en lo orgánico y lo psicológico, en el cuerpo y el alma. Por siglos, aún en el presente, hemos padecido de esa negación completa que como seres humanos, estamos constituidos incondicionalmente por todas esas partes de nuestra individualidad que nos habían sido robadas y desprendidas para ser estudiadas aisladamente. (Continuará).