Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Sexta Parte)
Pero en una ciudad como San Francisco, que se desliza apacible y elegantemente entre las colinas, que contempla la belleza de la bahía y que disfruta de la vida, sin ese ritmo tan acelerado de otras urbes americanas, existen muchísimos otros puentes y retos a cruzar y enfrentar, que no sólo tienen que ver con la psiquiatría y las demás ciencias. Sus puentes unen también muy variadas culturas que se han establecido a lo largo de sus calles y avenidas, formando pequeñas naciones que en una época delimitaron celosamente sus fronteras; grupos étnicos que buscaron mantener su identidad, sus costumbres y su cultura al máximo posible, desconfiando de sus vecinos de otras razas y nacionalidades diversas.
A pesar de que en la actualidad aparecen todavía como zonas bastante bien marcadas en la geografía de la ciudad, sus habitantes se han ido integrando paulatinamente con el resto de los tantísimos y variados grupos étnicos que en el presente conforman esta comunidad; inclusive, se han mudado a otras áreas de la ciudad o a otras ciudades de Estados Unidos.
Es así como encontramos el distrito latino de Misión, populosamente de habla hispana y cuyos primeros pobladores mexicanos y españoles se remontan a la antigua California, a la época en que aún pertenecía a la Nueva España, como parte del virreinato. Posteriormente antes de que Santana la vendiera, cediera o regalara a Estados Unidos, llegó a formar parte del territorio mexicano. Las familias que remontan sus orígenes a esa época, forman parte de un grupo de familias que se sienten de mayor abolengo y quizás con justa razón.
El nombre de Misión celebra y recuerda la Misión de Dolores, dedicada originalmente a San Francisco de Asís, del que deriva el nombre de la ciudad, y que fuera parte de ese rosario de misiones que fundaran los franciscanos a lo largo del territorio de la Nueva España. Guiados por Fray Junípero Serra, sus andanzas desde el centro de México hasta los territorios de la California, representan todavía una hazaña y aventura increíble, precisamente en ese afán por enfrentar retos y construir puentes. La Misión de Dolores ha sido a través de los años, el mudo testigo de la llegada no sólo de los franciscanos que la fundaron y construyeron, sino de todos sus feligreses y de la enorme población de inmigrantes que desde todos los rincones de Latinoamérica y no sólo desde México, han venido a poblar esta área de la ciudad.
En ella, lo mismo escuchamos los acentos ?chilangos?, que sureños, norteños o de otras partes de México, mezclados con el cantar típico de los diferentes países de Centro y Sudamérica o de las islas de la Dominicana, Cuba o Puerto Rico. Los nombres de las calles, los comercios, las tiendas de abarrotes, los cafés, los restaurantes, el bullicio de las personas, los colores y hasta el descuido en que se encuentran muchas de sus casas y edificios, recuerdan cualquiera de los rincones de nuestras ciudades latinoamericanas.
Desde su fundación, San Francisco ha sido además un puente importante y una gran puerta de entrada para el movimiento migratorio del oriente, así como para muchísimos otros grupos étnicos, algunos de ellos que llegaron desde el Siglo XIX, durante el famoso periodo de ?la fiebre del oro?, así como de la consecuente construcción del sistema ferroviario que lo uniría al resto del país. Fue así como surgió la colonia china, en el área que da hacia los embarcaderos, en donde se fundó lo que hoy se conoce Chinatown, que viene a ser una perfectamente definida y bien delineada ciudad en sí misma, en la que se desarrollan todas las manifestaciones de la cultura china.
La entrada por su característica puerta de arco, guardada severamente por dos leones chinos, uno de cada lado, marca los límites de su territorio, después del cual todos los letreros incluyendo los nombres de las calles, están escritos en caracteres chinos. Marcados de legumbres, frutas, aves, pescados y alimentos desconocidos o difíciles de identificar, de especias, de té y pociones de diferentes yerbas, restaurantes, farmacias naturistas, tiendas de artesanías, antigüedades o curiosidades, templos y pagodas son algunos de los rasgos y señales que llaman la atención de los viajeros y turistas que curioseamos por el área.
La cultura japonesa, más tardíamente y en un área diferente de la ciudad, también ha echado sus raíces, en lo que se conoce como Japantown, alrededor de un pequeño centro comercial de características muy propias. La población de orígenes japoneses se extiende también con esa tendencia a mantener su cultura, buscando un equilibrio con el ambiente multiétnico y la influencia americana propia del país; un conflicto al que se enfrentan todos los grupos étnicos en este país.
Los cafés al aire libre de coloridos manteles de cuadritos rojos y blancos, los grandes ventanales por donde se alcanzan a ver laboriosos cocineros zarandeando la pasta para preparar sus pizzas, frente a los típicos hornos de leña, los variados apetitosos menús de tantos pequeños restaurantes y trattorias, que se continúan uno tras otro en las aceras, con aromas de café y de pastas recién hechas.
Estamos lejos de Japantown, y más bien al otro lado del área china, en donde el territorio italiano de North Beach, pareciera convertirse imaginariamente en una prolongación de China, como si recordara el recorrido histórico de Marco Polo hacia Venecia, portador de las sedas, de las pastas y de otros secretos y riquezas de Oriente. El alma y el espíritu de los italianos, se extiende alrededor de la iglesia de San Pedro y San Pablo frente a la placita de Washington, como otro de los grupos étnicos que han echado raíces profundas en esta ciudad.
Éstos son algunos de los barrios étnicos tradicional y culturalmente mejor delimitados de la ciudad. Sin embargo, los inmigrantes siguen llegando a esta ciudad desde hace mucho en un flujo constante y numeroso: California en general los atrae, pero San Francisco tiene ese sabor especial y único que pocas ciudades americanas emiten. Los diferentes grupos étnicos y nacionalidades se mezclan intensamente unos con otros, ya no sólo en barrios específicos como los mencionados, sino en todas las áreas de la ciudad, como sucede actualmente en las grandes urbes de todo el mundo.
Ello le da ese sabor tan variado y heterogéneo, que de todas formas no ha sido fácil de integrar y combinar al máximo. Los puentes raciales y culturales no son fáciles de traspasar, porque muchos obstáculos se cruzan en el camino. (Continuará).