Capital Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Novena Parte)
La sexualidad fue definitivamente, otra área que se modificó en forma fundamental durante el movimiento hippie. Los adolescentes encontraron un estilo más abierto para expresar sus necesidades afectivas y sexuales a través de las relaciones interpersonales, lo que se dio con mayor libertad en la formación y desarrollo de las comunas, como nuevas formas de familias. En estos espacios, la sexualidad tomó dimensiones muy diferentes a la educación recibida anteriormente por ellos en sus hogares, con un muy fuerte contraste entre las nuevas normas y estilos. Esa nueva libertad y apertura vino a sustituir la rigidez, la discreción e incluso el secreto con que se manejaba la sexualidad anteriormente en la familia, lo que la había convertido implícitamente en una actividad prohibida, sucia, pecaminosa y cargada de culpa y de vergüenza, que se había arrastrado en esa forma a través de los siglos para oprobio del ser humano. Enjuiciada también como una herencia de los adultos, dentro de una moral falsa e hipócrita de doble cara, tales conceptos cayeron igualmente bajo el peso del movimiento hippie y sus secuelas se han mantenido hasta el presente.
Sin embargo, estas experiencias en nuestro mundo no suceden aisladamente; en esas décadas se coincidió con una serie de investigaciones también enfocadas hacia la sexualidad, por científicos no necesariamente pertenecientes al movimiento hippie, pero que tampoco estaban de acuerdo con la ignorancia, desinformación, falsedad y oscurantismo que prevalecían en esa época. Desde los años cuarentas, las encuestas de Kinsey en Estados Unidos y la publicación de las mismas, vinieron a asombrar y colapsar las bases en las que la sexualidad se había asentado hasta entonces. Sus reportes sobre masturbación, infidelidad, frecuencia de las relaciones sexuales y tantos otros aspectos que formaron parte de los cuestionarios que llevó de puerta en puerta a los hogares americanos con hombres y mujeres adultos, vinieron a exponer abiertamente los famosos secretos de alcoba dentro de los hogares del americano común y corriente.
Posteriormente hacia los cincuentas y sesentas, Masters y Johnson usaron en sus estudios sobre lo que llamaron la respuesta sexual humana, a prostitutas inicialmente y después a parejas de todos tipos, para descubrir lo que ahora conocemos como bases de la fisiología del ciclo sexual en el hombre y la mujer. Sus resultados publicados en libros y revistas científicas desde entonces hasta la fecha, vinieron a abrir también la verdad sobre las relaciones humanas y la sexualidad. Sus estudios facilitaron el desarrollo de un campo que afortunadamente se ha extendido de una manera muy amplia e increíble, luchando contra la ignorancia y los mitos religiosos y morales que nos han abrumado y encubierto por tantos siglos, y que aún siguen influyendo negativamente sobre nosotros.
Avanzando aún en las décadas siguientes, la Dra. Helen Singer Kaplan, continuó la labor de estos otros pioneros; con su equipo de trabajo de la Universidad de Cornell en la ciudad de Nueva York. Hizo modificaciones a los estudios previos de Masters y Johnson en lo que respecta al ciclo sexual fisiológico del ser humano, pero publicó además en sus numerosos textos los resultados de sus estudios respecto a una nueva clasificación de los trastornos de tipo sexual, rebautizados como disfunciones. Igualmente redefinió todo un capítulo de nuevas modalidades de tratamiento que propuso para tales disfunciones, de acuerdo a los resultados de sus investigaciones en el laboratorio y la consulta. Tanto su clasificación, como los subsecuentes métodos terapéuticos se han mantenido en uso en el presente.
Los estudios de estos pioneros, que han abierto el área de la sexualidad para un mayor y más real escrutinio de lo que representa, coincidió en sus inicios con el movimiento hippie y naturalmente con la apertura que estos adolescentes tomaron con respecto a su vida sexual espontánea y desenfadadamente, sin ningún ánimo u objetivo científico de investigación (aunque sí podríamos decir que fue definitivamente un nuevo estilo de buscar experimentar con las relaciones humanas y la sexualidad, muy diferente a la educación que había recibido la mayoría). De alguna manera, ambos se complementaron por caminos y estilos muy diferentes, para traer resultados visibles todavía en el presente.
Los resultados de ambos movimientos los estamos viviendo en los inicios de este nuevo siglo, desde hace varias décadas en secuelas que para algunos han sido consideradas como negativas y nocivas, mientras que para otros han representado una apertura productiva y benéfica. Posiblemente, gracias a estos movimientos, se ha facilitado y estimulado la educación e información sexual más abierta tanto en las escuelas, como en los hogares, desde niveles tan tempranos como pueden ser los primeros años de la primaria. En nuestro país, no es todavía una información completa y honesta, ya que en muchos de los casos se da a cuentagotas y fragmentada, con huesos y espacios vacíos que desgraciadamente la televisión y los medios de comunicación se encargan de llenar en formas distorsionadas y falsas. Sin embargo, tales cursos han servido para despertar a los estudiantes al conocimiento y mejor comprensión de lo que puede significar la sexualidad, como un algo indivisible e inseparable del ser humano, un algo real y natural que le pertenece, que es una parte importantísima de su esencia y de su ser. Se trata de un algo que no puede esconder tras bambalinas, con esas ridículas máscaras de pecados o suciedad, ni como secretos de alcoba o tabúes que lo han orillado a sentirse culpable y avergonzado de una más de las capacidades y virtudes con las que Dios lo dotó al crearlo, precisamente en ese acto de creación, símbolo directo de su sexualidad. (Continuará).