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Capítulo Interestatal-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana

(Vigésima segunda parte)

Etiquetas: La sal y pimienta de la vida

Cuando hablamos de un trastorno de ansiedad generalizada, que puede ser otro de los trastornos que presenten estos individuos a la larga, nos referimos a individuos que constantemente se encuentran preocupados y tensos a un grado excesivo; niños o adolescentes cuya ansiedad se manifiesta a través de dolores de cabeza, musculares, “de estómago”, de reacciones físicas tales como náusea, vómitos, diarrea, constipación, mareos y una serie de preocupaciones sobre diversas enfermedades y su cuerpo, dependiendo de lo que escuchen de los adultos en sus conversaciones, o de lo que alcancen a ver y comprender de programas televisivos o telenovelas. Su ansiedad puede ser tan intensa, que tienden a apropiarse de los síntomas y rasgos de personalidad de sus personajes favoritos en tales programas o películas, convirtiendo así su ansiedad en un trastorno físico real para ellos. Estos niños o adolescentes crecen así, preocupados y tensos por todo lo que pasa a su alrededor, no sólo por lo real sino también por sus propias interpretaciones de lo que captan y observan o escuchan, que tienden a convertir en acontecimientos trágicos como una forma de canalizar esa intensa ansiedad en la que viven constantemente.

Además de sus cuerpos y las enfermedades, sus preocupaciones pueden estar enfocadas hacia el dinero, la muerte, las tormentas, la lluvia, los accidentes y tantas otras cosas que suceden a su alrededor, que bajo los efectos de su ansiedad se convierten en situaciones todavía más intensas y terroríficas para ellos. En ocasiones sus reacciones de ansiedad son tan intensas y desproporcionadas, que se han dado en llamar crisis de pánico o ataques de pánico, que antiguamente se pensaba que sólo se presentaban en los adultos, mientras que ahora se ha visto que pueden ocurrir también en adolescentes y en niños.

Cuando tales preocupaciones se convierten en pensamientos constantes e insistentes, que bombardean al niño o al adolescente, sin que éste tenga control alguno sobre de ellos, los llamamos obsesiones. Las obsesiones aparecen en forma espontánea, dirigidas específicamente a algún objeto o experiencia, como puede ser la religión, la limpieza, el orden, las enfermedades, la muerte, etc. y se manifiestan como pensamientos repetitivos que zumban dentro de la cabeza del individuo, como moscas que no lo dejan en paz, y que por lo mismo, interfieren con sus actividades cotidianas, con su trabajo y con su vida normal. Las obsesiones tienden además a acompañarse a la vez de acciones repetitivas que también versan sobre un mismo tema. Se trata de movimientos o acciones repetitivas y sin sentido, que inclusive se llegan a convertir en rituales, con los cuales el individuo busca evitar o canalizar su ansiedad. Por ejemplo, el individuo tiene que acomodar en cierto orden su ropa, los alimentos, los objetivos de su escritorio sea en su oficina o en su cuarto, en su sitio en la mesa en la que va a comer, etc. Asimismo, otros tienen que llevar a cabo ciertos movimientos o maniobras antes de acostarse para poder dormir, pues al no hacerlos, eso automáticamente aumenta su nivel de ansiedad y no los dejará dormir. Este tipo de acciones repetitivas, maniobras o incluso rituales que los niños o los adolescentes se ven obligados a hacer sin que tengan un control voluntario al respecto, se denominan compulsiones.

La asociación de las obsesiones y las compulsiones que se dan con tanta frecuencia en ciertos individuos, es lo que se ha denominado trastorno obsesivo-compulsivo. En el presente, además de considerarse como un trastorno de ansiedad, es decir como formas de canalizar la ansiedad, también se ha descubierto que tiene raíces neurológicas importantes, a pesar de que aún no lo hemos comprendido del todo. Definitivamente puede ser una de las reacciones a mediano o largo plazo que se dé en el tipo de sujetos al que nos hemos estado refiriendo a lo largo de esta columna.

Para aquellos individuos que sufrieron intervenciones quirúrgicas o maniobras médicas durante su primera infancia, durante sus tratamientos iniciales u hospitalizaciones, que hayan percibido como demasiado amenazantes para su seguridad o su integridad, pueden permanecer en él o ella como memorias demasiado traumáticas, con imágenes estresantes y dolorosas, imborrables, que más tarde pueden aparecer en su vida como secuelas de lo que se ha llamado el trastorno de estrés postraumático. Esas secuelas se pueden presentar a través de sueños atemorizantes, pesadillas repetitivas, experiencias reales que revivan tales memorias, o maniobras que el sujeto lleve a cabo para evitar situaciones que parecen repetir o revivirle los malos recuerdos de tales experiencias traumáticas. Se trata de heridas emociones que han permanecido abiertas, sin cicatrizar del todo y que por lo mismo son vulnerables al estrés y reaccionan con fuertes dosis de ansiedad al acercarse peligrosamente a los bordes de tales recuerdos que pueden ser conscientes o inconscientes. (Continuará).

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