Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Vigésima octava parte)
Etiquetas: La sal y pimienta de la vida
La dependencia como su nombre lo indica, es la característica principal de los individuos que presentan el trastorno de personalidad dependiente. Se trata de la necesidad permanente y excesiva de que alguien lo cuide y lo proteja, a un grado casi regresivo de la infancia, lo que naturalmente lleva a niveles importantes de sumisión, con conductas exageradas de literalmente “colgarse” del otro o de la otra, con los consecuentes temores enormes de la separación. Se trata de individuos sumamente pasivos y que por lo mismo, dejan que otros tomen la iniciativa, las decisiones y que asuman además las responsabilidades que les corresponden. Así sucede en el caso de sus padres, tutores, amigos o parejas. Como personas tienen también una pobre autoimagen, y por lo mismo se sienten incapaces de funcionar adecuadamente sin la ayuda de los demás. Tienen grandes dificultades para tomar decisiones, incluso de situaciones ordinarias, a no ser que tengan el apoyo y el consejo de los demás. Al ser tan dependientes de otros, obviamente temen perder el apoyo y la aprobación de éstos, de manera que les es muy difícil expresar sentimientos que consideran negativos y que podrían disgustar a las personas de quienes dependen.
Ellos tienen muchos problemas para iniciar proyectos por sí mismos o para tener experiencias en forma independiente, ya que carecen de esa seguridad y confianza en sí mismos y sienten que sólo con la ayuda de otros lo pueden lograr. Es así como esperan hasta que los demás vengan a proporcionarles lo que necesitan, puesto que están convencidos de su incapacidad para hacerlo solos. Sin embargo, pueden funcionar adecuadamente bajo la presencia, supervisión y aprobación de alguien más que sea importante, aunque evitan naturalmente llegar a un nivel de demasiada competencia, por el miedo de ser abandonados por esa persona. Precisamente, al confiar en otros para manejar sus problemas y enfrentar los retos, ellos mismos no llegan a lograr aprender el proceso o a desarrollar sus habilidades para independizarse, de modo que es así como prolongan ese círculo vicioso de dependencia en el que viven y al que están acostumbrados desde la infancia o la adolescencia.
Los sujetos que presentan este trastorno pueden llegar a límites excesivos e increíbles para obtener la nutrición y el apoyo de los demás, al grado de involucrarse en tareas desagradables o hasta humillantes, si mediante éstas obtienen la dependencia que andan buscando. Se pueden inclusive someter a los deseos del otro o la otra sin importar si son o no razonables, e inclusive llegan a niveles importantes de autosacrificio o hasta el punto de tolerar abuso verbal, físico o sexual como precio para alcanzar ese grado de dependencia que requieren. Ello determina que individuos con estos rasgos se involucren en cierto tipo de relaciones interpersonales muy desequilibradas y patológicas. Sin embargo, lo hacen en esa forma puesto que ellos no pueden funcionar solos ya que se sienten sumamente incómodos o angustiados debido a esos miedos importantes de ser incapaces de cuidar de sí mismos.
Cuando una relación dependiente de este tipo llega al final, sea por diversas causas de separación, o inclusive por muerte, el sujeto con un trastorno de personalidad dependiente puede caer en un proceso depresivo importante con reacción de luto a esa pérdida. Sin embargo, buscará asimismo y de manera urgente al siguiente sustituto o sustituta de quien pueda obtener nuevamente el apoyo, el cuidado, la protección y la dependencia que necesita y a los que ha estado acostumbrado, para renovar una vez más ese círculo y patrón de vida. Su elección puede ser rápida e indiscriminada, mientras se trate de una persona con las características necesarias para satisfacer tal dependencia. A pesar de todo y por razones obvias, estos sujetos con el trastorno de personalidad dependiente viven eternamente con el gran temor de ser abandonados y quedarse solos, si se vuelve a dar una separación semejante.
Como se puede confirmar al compararlos, estos trastornos de personalidad poseen ciertos rasgos similares de vulnerabilidad, representados por conductas de desconfianza, evitación, aislamiento, introversión, dificultad para lograr intimidad y acercamiento, con miedo al rechazo y a la crítica, con baja autoestima y una pobre autoimagen, conductas que en cierta forma pueden estar relacionadas a esas malformaciones, trastornos o enfermedades al nacer o durante los primeros meses de vida, pero asociados también a las experiencias y al ambiente en que cada uno se haya desarrollado a través de los años. Influencias que naturalmente también habrán moldeado su personalidad y los patrones mediante los cuales haya intentado adaptarse a tales circunstancias. (Continuará).