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Nuestra Salud Mental

Dr. Víctor Albores García

Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana

(Vigésima novena parte)

Etiquetas: La sal y pimienta de la vida

El trastorno de personalidad dependiente es un tipo de patología que en nuestro país y nuestra sociedad resulta culturalmente no sólo aceptable y deseable, sino hasta necesario en tantos de los círculos en que nos movemos los mexicanos. Este tipo de dependencia que le caracteriza, con una gran tolerancia y hasta “humildad” para soportar los malos tratos y las humillaciones de los demás, suele en muchos de los casos ser considerada como una virtud, que inclusive llegará a ser premiada dentro de los sistemas familiares, políticos, religiosos y sociales en general. La dependencia asociada a la sumisión, al sacrificio y a la obediencia han sido tradicionalmente “virtudes” complementarias heredadas del sistema colonizador feudal español y en parte también del sistema jerárquico de los indígenas.

No es extraño entonces que dentro de nuestros tradicionales círculos políticos o de nuestros sistemas administrativos gubernamentales, desde la base hasta la punta encontremos una gran incidencia de este tipo de trastornos de personalidad. Posiblemente muchos de ellos tienen sus orígenes en las causas que se han mencionado en esta columna, de malformaciones congénitas o de enfermedades y trastornos que provienen desde el nacimiento o los primeros años. Sin embargo, y como sucede con muchos de estos trastornos de personalidad, tienden a pasar desapercibidos, y de ninguna manera se llegan a considerar como rasgos patológicos. Todo lo contrario, ya que en los círculos políticos y administrativos gubernamentales, estos rasgos son percibidos precisamente como virtudes necesarias para lograr una mejor adaptación e integración al medio. Es así como vemos a sujetos que gracias a su personalidad, hacen de esta adaptación una profesión o carrera de por vida, y que gracias a su dependencia pueden sobrevivir a lo largo del tiempo, en posiciones intercambiables o sólidas cada tres o cada seis años.

La angustia sobreviene al final de cada período, ante la amenaza de la terminación y la separación, que sin embargo, ellos suelen manejar de una manera inmediata y exitosa, al estar preparados gracias a su experiencia para conseguir nuevos sustitutos que jugarán el mismo papel de protectores, defensores, nutridores y apoyo para dicha dependencia. Tales rasgos de personalidad que vemos en los adultos, se van formando a lo largo del camino con las experiencias de la vida, pero naturalmente tienen sus orígenes en el núcleo familiar primario, en donde los múltiples y variados sentimientos que surgen en los padres ante el nacimiento de un niño o una niña con tales defectos o enfermedades, determinan un estado y un sistema de sobreprotección crónica, que facilita y alimenta la formación de rasgos de este tipo.

Nuestro sistema cultural y educativo dentro y fuera de la familia promueve y estimula dicha sobreprotección desde la infancia, aún cuando no existan esos defectos o enfermedades. Como producto que somos de un sistema patriarcal o matriarcal autoritario e impositivo, basado a su vez en modelos feudales laicos o religiosos colonizadores, estamos acostumbrados entonces a que se nos premie por ser obedientes, silenciosos, pasivos y sin iniciativa, sumisos y por supuesto especialmente dependientes. Es interesante que aún en nuestra época, la imagen que en muchos países y en otros continentes, se tiene del mexicano aparezca con rasgos semejantes. Por lo tanto, el trastorno de personalidad dependiente no es fácil de detectar en nuestro medio, ni de diagnosticar, porque se encuentra camuflageado con los colores naturales ambientales, y por ello ni siquiera suele ser concebido como un trastorno o un problema emocional en sí.

Existen en el otro extremo, como ya se había mencionado hace algunas semanas, trastornos de personalidad que también pueden aparecer en estos individuos objeto de nuestra columna, que se mueven sin embargo en un sentido contrario. Es decir, en lugar de tratarse de sujetos que busquen hacerse invisibles o pasar desapercibidos como los que hemos visto hasta ahora, estos otros persiguen más bien la notoriedad, las luces de los reflectores y el convertirse en el centro de atención en el escenario. Se trata también de mecanismos de defensa psicológicos, mediante los cuales buscan adaptarse y compensar sus déficits tempranos y las secuelas emocionales secundarias a ellos, con las que seguramente han luchado todas sus vidas. Se trata principalmente de dos trastornos de personalidad importantes, que se mencionarán a continuación: el de personalidad narcisista y el de personalidad histérica. (Continuará).

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