Con esas dos palabras: “Lo tenemos”, el administrador civil de Iraq, Paul Bremer, dio a conocer la captura de Saddam Hussein en la madrugada del sábado, tras una larga persecución que terminó, como suelen terminar las que se realizan para capturar a los ex dictadores, con una delación proveniente de personas que en otro tiempo fueron cercanas al otrora hombre fuerte de Iraq, quien participó en dos guerras y ejerció el poder de manera omnímoda.
La prioridad de los Estados Unidos era capturar a Saddam, pues ninguno de sus cercanos colaboradores era tan odiado por los norteamericanos como el ex dictador. Pero la otra es, ahora, someterlo a juicio, el cual evidentemente debe llevarse al cabo en Iraq, ante los nuevos tribunales establecidos en ese país, pues sería imprudente pretender su traslado a territorio norteamericano para ser juzgado ahí, ya que ello puede dar motivo a ataques terroristas.
Pero además, los delitos que le pueden ser imputables a Saddam se cometieron en Iraq, de manera que está claro que la competencia para juzgarlo se surte a favor de ese estado y no existiendo forma de que sea un tribunal internacional el que lo haga, el juicio deberá desarrollarse en el país de origen del presunto responsable, con el riesgo para los Estados Unidos de que antes de ser juzgado sea asesinado por cualquier fanático que haya sido agraviado por Hussein.
De cualquier forma, los EU deben velar porque Saddam tenga un juicio justo y no incurrir en el error, frecuente por cierto, de enjuiciarlo sumariamente o sin darle oportunidad a que se defienda. Porque si es así la opinión internacional se lo reprochará a George W. Bush, aunque sin duda eso tiene sin cuidado al inquilino de la Casa Blanca, como tampoco le preocupa el que sus razones para atacar Iraq no hayan sido probadas, porque nunca se encontraron las armas químicas que decía que tenía el depuesto dictador.