El debate suscitado en torno a la construcción de las presas en el Río Aguanaval, debe ser enfocado con todo sentido de responsabilidad y para bien de los pobladores ribereños. El Aguanaval es un río que se forma con aguas de temporal, cuyo aforo es irregular e intermitente; su cuenca abarca una pequeña parte de los territorios que corresponden a los estados de Coahuila, Durango y Zacatecas.
El Río desemboca en las arenas del desierto de Viesca en la depresión conocida como Laguna Seca y a su paso riega las zonas agrícolas aledañas a Matamoros, Congregación Hidalgo y otras poblaciones comarcanas de Coahuila. Como consecuencia de su paso, las aguas broncas del Aguanaval generan efectos destructivos de tiempo en tiempo, porque las grandes avenidas son imprevisibles.
Durante décadas los usuarios de las aguas referidas han solicitado la construcción de presas, con el doble objeto de lograr un mejor aprovechamiento y para prevenir inundaciones. Ahora que el Gobierno Federal toma en serio la propuesta, surgen opositores en dos vertientes: Respecto a que las presas vayan a afectar en forma negativa al medio ambiente y en lo tocante a que dicha agua pueda ser llevada a la ciudad de Saltillo para uso doméstico.
La visión opositora debe ceder a la ejecución del proyecto, con la condición de que se sujete a las normas en materia ecológica. Por lo que hace a la expectativa de que dicha agua se lleve o no fuera de la Comarca Lagunera, resulta irrelevante porque lo primero es lograr el control y disposición de las aguas y con posterioridad racionalizar su uso, de acuerdo a la ley, al sentido común y las posibilidades tecnológicas.