De nueva cuenta la Conferencia Episcopal Mexicana ha alertado a los feligreses católicos de la existencia e incremento de sacerdotes apócrifos que de manera especial ejercen su falso ministerio en el centro del país, pero que al decir de algunos obispos, ese tipo de personas existen en toda la república y de manera especial en hospitales y panteones, aunque también los hay que son ex sacerdotes.
Hay sin duda falsos sacerdotes que incurren en delitos, lo mismo del orden común que del canónico. Pero hay otros que al decir de los propios obispos se dedican simplemente a asistir a los enfermos y si bien se ostentan como religiosos no cobran ningún estipendio, aunque sí aceptan dádivas. En este último caso sería válido que los obispos reflexionaran sobre el “daño” real que pueden hacer estos hombres.
Los Evangelios consignan la figura de un hombre que, en tiempos de Cristo, se ostentaba como apóstol y predicaba, a pesar de que no andaba con Jesús. Sin embargo, cuando los apóstoles ponen tales hechos en conocimiento del Nazareno, él simplemente los minimiza señalando que todo aquel que divulgue su palabra está actuando en su nombre y por tanto ningún daño puede hacer.
En el caso de los falsos sacerdotes que imparten sacramentos y cobran por ello, así como los ex sacerdotes que en desacato a la Iglesia incluso se han apoderado de templos en los que ofician misa y cobran diezmos, es válido que la Iglesia alerte a los feligreses, porque se está en presencia de un fraude maquinado. Pero en el de aquellos que sólo divulgan la palabra de Cristo, ante la notoria falta de vocaciones, los obispos deberían de considerar si en vez de perjudicar, ayudan.