Hay quienes dudan que las cifras dadas a conocer por el INEGI, en materia de reducción de los índices de pobreza, sean reales, pero no hay razón para dudar de ellas si en el pasado de les tuvo por buenas cuando ese mismo índice creció alarmantemente. Sin embargo, aún aceptando su validez, esa reducción no es como para echar las campanas al vuelo como en cierta forma lo hizo el Gobierno Federal hace unos días.
El propio presidente Vicente Fox se vio en la necesidad de dejar de lado cualquier consideración optimista para situarse en la realidad y admitir que aún falta mucho camino por recorrer, así como que existen rezagos graves que impiden festinar el hecho de que se haya dado una reducción en el número de pobres que existen en el país, con el añadido de que esa reducción no obedece exclusivamente a los efectos de algunos programas del Gobierno Federal.
Pero además, es urgente que la federación establezca nuevos parámetros para medir la pobreza, pues los actuales son contradictorios y afectan a las clases más necesitadas de entidades como Coahuila en donde al través de programas como el de “Piso firme” se otorgó un beneficio material a las viviendas de muchas familias, pero ese hecho repercutió perjudicialmente en razón de que, al ya contar con una casa de piso de concreto y no de tierra, se consideró que no se encontraban en la extrema pobreza y por tanto no requerían de la misma ayuda.
Es absurdo que una mejoría de esa naturaleza, que impacta de manera especial en las condiciones de salud, sea suficiente para retirarle a muchas familias apoyos que requieren para subsistir, cuando que debería ser motivo para que el Gobierno Federal apoyara en otros rubros y mejorar en verdad las condiciones de las familias coahuilenses. Pero, visto está que estos nuevos tecnócratas tampoco entienden de cuestiones sociales.