Las restricciones en materia de venta de bebidas embriagantes, en el municipio de Torreón, datan del año de mil novecientos ochenta y ocho, y a lo largo de todos esos años, en distintos momentos ha habido voces que por equivocación o aviesa intención han pugnado porque esas medidas desaparezcan argumentando, entre otras razones, que no arrojan buenos resultados, sobre todo porque continúa dándose la venta clandestina de ese tipo de bebidas, de manera especial, de cerveza.
Quienes así opinan están viendo nada más el punto negro sobre el fondo blanco, pues ignoran que en más de una década esas medidas han evitado que los problemas que derivan de la delincuencia ocasional, la violencia intrafamiliar y el ausentismo laboral proliferen alcanzando índices alarmantes, sin que ello signifique que esos problemas han desaparecido, pues afirmarlo sería absurdo, ya que no hay sociedad que se vea libre de ellos.
Es por eso que sería un craso error el que el municipio atendiera a pretensiones como la formulada por la regidora Raquel Aguilar, quien pretende promover ante la Comisión de Control Reglamentario modificaciones a los horarios de venta y consumo de alcohol, pues lo menos que se puede considerar a este respecto es que la citada regidora desconoce los beneficios que esas medidas han producido, sin que se argumento el hecho de que se vendan bebidas embriagantes, en forma clandestina, en los ejidos y excepcionalmente en los estadios en donde se practican deportes en forma profesional.
En tal caso, lo que debe exigirse de las autoridades es que extremen las acciones policíacas para combatir el clandestinaje y consignen a la Procuraduría a todos aquellos que incurren en esas prácticas ilícitas pues están consideradas como delito, al tiempo que sancionan severamente a los repartidores que entregan producto en domicilios particulares a sabiendas de que no cuentan con el permiso para su venta, lo cual sí sería benéfico para la sociedad y no lo que pretende la mencionada regidora.