En el año dos mil el autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se encontraba militarmente copado y la mayoría de la sociedad se había prácticamente olvidado de aquel conflicto que se localizaba en una zona bien definida del estado de Chiapas, porque se percató que tras la sorpresa y el encanto del levantamiento, se encontraba un grupo que pretendía crear ilegalmente un estado dentro de otro.
El presidente Vicente Fox en su afán de arreglar el conflicto, lo enfrentó con una estrategia más idealista que efectiva y le permitió al EZLN salir sin problemas del cerco en el que se encontraba, recorrer una parte de la República, llegar al Distrito Federal en una toma simbólica y hablar ante algunas comisiones de la Cámara de Diputados, pero haciendo uso para ello del salón de plenos de San Lázaro, aun contra la oposición abierta de algunos diputados del Partido Acción Nacional.
Desde luego que esa muestra de buena voluntad no fue suficiente para que los líderes de ese movimiento se sentaran a la mesa de negociaciones en ánimo de buscar una salida definitiva al conflicto, al contrario, volvieron a su refugio natural y dejaron al secretario de Gobernación con un palmo de narices, porque evidentemente su intención no era ni es ahora arreglar el problema de fondo, sino hacer lo que les pegue en gana, al tiempo que se burlan de la autoridad.
Esa forma de actuar se repite de nuevo en estos momentos en que el EZLN puso en marcha las juntas de Buen Gobierno en treinta municipios de Chiapas controlados por esa organización y rechazó al Gobierno Federal al hacer un llamado contra el “mal gobierno”, desafiándolo al cancelar el cobro de impuestos federales y estatales en todos los territorios bajo su influencia y a la vez lanzó una proclama en la que invitan a que los demás grupos indígenas del país hagan lo mismo. Así, el monstruo que revivió Fox, comenzó a dar de nuevo pasos en forma desafiante e insultante.