Entre descalificaciones mutuas y acusaciones de parcialidad hacia el presidente de la Cámara, Juan de Dios Castro, los diputados continúan dando un pésimo espectáculo y evidencian ante el pueblo no sólo su falta de profesionalismo y capacidad para atender los asuntos que les son propios, sino también de educación porque los insultos, las calumnias y difamaciones son parte del quehacer cotidiano de ese cuerpo colegiado.
Violentando el procedimiento legislativo, según el dicho de los propios defenestrados, Emilio Chuayffet, líder de la fracción priista, sustituyó a cuatro diputados que integraban la Comisión de Hacienda por el solo hecho de ser afines al grupo de Elba Esther Gordillo y con la única finalidad de entorpecer el trabajo en esa comisión a fin de que, desde ella, se rechace de plano cualquier intento de Reforma Fiscal, lo cual resulta absurdo desde el punto de vista legislativo.
Pero además, Chuayffet no se conformó con ello y llegó al extremo de impulsar el cambio en el grupo de diputados por Coahuila, para lo cual desconocieron a quien fungía como coordinador, Óscar Pimentel y en su lugar colocaron a Eduardo Olmos, en una clara venganza hacia quien ha sido la cabeza visible de la nueva corriente política denominada “Reformadora”, que es uno de los resultados de la escisión que se generó entre los diputados priistas a raíz del proyecto de Reforma Fiscal.
Al margen de cuestiones personales, está claro que nada tiene qué hacer Eduardo Olmos al lado de Óscar Pimentel, pues éste es la segunda ocasión en que es diputado federal y ya fue alcalde, mientras que el otro apenas si está iniciando su primera experiencia política. Pero es evidente que lo que se busca con todos estos movimientos es la desestabilización de la Cámara y el entorpecimiento de sus tareas a fin de que no sólo no haya avances, sino que de ser posible, se provoquen retrocesos.