Los problemas recurrentes entre pueblo y gobierno derivan en buena parte de la forma en que los gobernantes se comportan frente a los grupos populares y la imagen que proyectan ante la ciudadanía. El decoro, la prudencia, la humildad y la austeridad en el ejercicio de poder son virtudes que rara vez existen en aquellos que acceden a los cargos públicos, pues lo común es que llegando a ellos pierden la dimensión de las cosas.
En ese mismo sentido, es conocida la frase de que: “La mujer del César, no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo”. De manera que en nuestro medio político no basta con que quien gobierna sepa en conciencia que está haciendo las cosas lo mejor posible y comportándose a la altura de las expectativas populares, sino que se hace además necesario que el pueblo lo perciba así.
Mencionamos lo anterior, porque el rubro de “gasto ceremonial” del presupuesto del presidente Vicente Fox ha aumentado de 1.9 millones que se gastaron en el año 2001, a 13.9 millones ejercidos en el presente año. Y si bien es cierto que la investidura presidencial amerita que quien la ostenta debe hacerlo con dignidad, también lo es que no se puede gastar tanto dinero del erario público, para ese fin en un país en el que existen millones de personas que viven en la extrema pobreza.
Como ejemplo, el traje que usó el Presidente en la ceremonia de su informe, tuvo un costo de $14,052.17 pesos, lo que no se justifica, pues existen atuendos muy decorosos cuyo precio es la cuarta parte de esa cantidad. Por eso, entre otros motivos, la figura del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, suma cada día más adeptos, pues se conduce con una austeridad republicana que agrada al pueblo y nadie se siente ofendido por su forma de vida.