El Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes norteamericana, aprobó hace unos días una resolución que condiciona la concreción de un acuerdo migratorio con México a la apertura de la paraestatal Pemex a fin de que sea posible en el rubro de petróleo la inversión extranjera, así como a una mayor transparencia en las operaciones de esta empresa, pues a juicio de los integrantes de ese comité aún hay puntos oscuros en su manejo.
Ensoberbecidos como están los norteamericanos después del “triunfo” que obtuvieron en la guerra contra Iraq, han de creer que pueden obligar a cualquier país y por los métodos que estimen más convenientes a sus intereses, a que haga lo que ellos quieren. Y como el petróleo es el recurso que más les interesa, piensan que pueden obligar a México para que acceda a sus absurdas pretensiones.
Pero ni en sueños lograría presionar al gobierno mexicano por esa vía, como en otros términos lo declaró ya el ministro de Relaciones Exteriores Luis Ernesto Derbez; porque una cosa es el interés de nuestro país en lograr un acuerdo migratorio que les permita a los trabajadores mexicanos trabajar legalmente en territorio norteamericano, que por sí solo es ventaja para los EU y otra muy distinta el que entreguemos nuestro recurso más preciado a los inversionistas extranjeros.
Cualquier acuerdo en ese sentido, además de ser repudiado por el pueblo, sería retroceder más de cincuenta años en la historia de México y colocar un sector estratégico en manos de inversionistas que sólo piensan en sus propios intereses, lo que en ellos es natural, pero no así en un país que ya permitió que los bancos estén en manos extranjeras y en el que abrir el sector petrolero equivaldría a vender su economía al mejor postor.