La dinámica de confrontación generada entre el alcalde Guillermo Anaya y diversos sectores sociales, con motivo de conflictos de intereses derivados de la asignación de contratos de obra pública, debe ser atendida en debida forma. Lo anterior porque a las interpelaciones que hacen los representantes de los organismos empresariales y medios de comunicación, la autoridad ha mostrado oídos sordos.
Los canales de respuesta del Alcalde han acrecentado el problema, en el medida en que no ofrecen una explicación transparente sobre la forma en que se hacen las cosas en el rubro en cuestión. Por el contrario, el Presidente municipal y sus colaboradores revelan poca sensibilidad, porque parten de la consideración de que toda crítica al respecto, tiene su origen en sus adversarios políticos.
Tal apreciación carece de fundamento, porque en el caso se trata de una justa demanda de organismos intermedios que gozan del reconocimiento en la comunidad. Los antecedentes de parentesco por afinidad entre los Directores de Desarrollo Urbano y del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento, sumado a la existencia de contratos celebrados con empresas de familiares de los funcionarios involucrados, obligan a una explicación plena y satisfactoria.
Es cierto que para ser político se requiere estar armado de un duro caparazón para resistir el embate de los ataques dolosos que provengan de los enemigos. Sin embargo, también es necesario un filtro de alta sensibilidad para distinguir entre las críticas infundadas y las interpelaciones que son fundadas y dignas de atención, para responder a ellas con el respeto que merecen el resto de los protagonistas sociales y políticos y desde luego, los ciudadanos electores.