Aunque no se puede obligar a nadie a que sienta compasión por uno, lo que sí podemos hacer es aprender a tener compasión por los demás. La compasión en realidad no implica otra cosa que la capacidad de colocarse uno mismo en la situación de otra persona. El gran filósofo Thoreau tenía razón, probablemente, al decir, que la mayoría de las personas viven sus vidas en una quieta desesperación. El individuo medio vive en el dolor y si no tomamos en cuenta ese factor, nunca podremos ayudar a los demás ni ganarnos su cooperación. Con la compasión sucede con lo que otras cosas: lo que sembramos recogemos. La compasión es un lenguaje común que une entre sí a los seres de buena voluntad.