Los problemas de la humanidad residen en su interior, en su ignorancia, en la terrible ceguera que no sabe distinguir las leyes del equilibrio y las leyes del caos y la destrucción. Son las leyes universales desconocidas prácticamente por todo mundo. El descubrimiento de las virtudes y los valores no es un hecho fortuito; es una consecuencia de su propio proceso, al unísono con la evolución del universo entero. Todo lo malo que ocurre se ha acumulado por las acciones y decisiones del pasado, y por las acciones y decisiones del presente. Por desgracia, todos los matices de la vida actual apuntan a lo siniestro, a lo tenebroso, a lo degenerativo. El gran proyecto del ser humano se aplaza constantemente. Solamente hay dos opciones: o se está con las leyes del equilibrio y la evolución armónica o se está en el caos, en el desastre, en la ceguera, y esto no se corrige con dinero ni bienes materiales. No se corrige.