Vivimos en un mundo materialista, en que los valores espirituales se han ido desvaneciendo ante nuestros impotentes ojos. Es tan materialista nuestro mundo, que por lo mercantil, por el dinero, la gente hace añicos sus relaciones y se lastima con demasiada facilidad. Esto es una ignorancia brutal de las realidades de la vida. La vida es sólo una breve estación. Los grandes hombres espirituales nos anuncian que las cosas siguen la ruta del desastre, porque el ser humano se está cerrando más y más excesiva y obsesionadamente a lo único que tiene sentido para él: el capital. ¿Qué consigue? La destrucción evidente de su mundo interior y exterior a través del conflicto de sus emociones. Sacrifican sus emociones nobles y se someten a la esclavitud y el desasosiego. Así como muchas aves atrofiaron sus alas porque su medio de vida era terrestre, el ser humano está sacrificando y atrofiando capacidades emocionales que las leyes del equilibrio universal proporcionaron para la paz.