Las frustraciones son consecuencia de logros no conseguidos. Una sociedad que establece modelos de triunfo e incita a todo mundo a llegar a unas metas que sólo unos cuantos pueden llegar, es una sociedad abocada al fracaso, al caos y la violencia. Los triunfos de la sociedad son meramente económicos. Todos los esfuerzos se traducen en dinero. Sólo así se adquiere sentido e importancia en la vida. Todo mundo piensa que las necesidades humanas se solucionan con dinero. En consecuencia, la pobreza se traduce en fracaso. El fracaso inevitablemente lleva al resentimiento, al odio, a la desintegración y a la violencia. Querer ganar más dinero y tener más poder es el gran cáncer que está terminando por aniquilar a las sociedades. Ya estamos demasiado acostumbrados a la desigualdad persistente, a las frustraciones de la mayoría, a una educación anacrónica y a un consumo desmedido.