Dicen, muy erróneamente que es mejor que en las empresas no exista corazón; que sólo debe interesar las ganancias, el dinero. Y por ello, las empresas y las instituciones están asfixiadas de rencores, de ataques violentos, de ponzoña, de farsas, de embustes, de hipocresía alarmante y de cerebros de silicona y corazones de plástico. Da la impresión que en las empresas hay un común denominador: una mentalidad mezquina... que trata por todos los medios de destruir la alegría que produce trabajar en condiciones favorables.
Todo lo negativo se une para hacer la vida laboral insoportable y se dispara el mortífero contenido que llevan las personas en su interior. Los seres humanos dan y dan pasos hacia atrás. El poder que envilece es el del dinero y lo tienen quienes pueden comprar el mundo. Pero para las grandes mayorías, no hay estímulo, ni avance ni progreso. El nombre del juego es ganar más dinero aunque se eche por la borda lo poco que queda de humanidad y se aliente la violencia.