En todos los tiempos, siempre ha sido difícil encontrar una mano amiga, una sonrisa sincera, un gesto desinteresado de bondad. Cuando nos encontremos con ellos, sepamos apreciarlo como bendiciones de la vida. En el desierto, una gota de agua es como un diamante: tiene mucho valor. En el desierto de nuestras vidas, necesitamos la bondad la gentileza y el amor. El ser humano bueno es luminoso, es afectivo, irradia valores. Impregna tanto de su dulzura que hace que el vacío de otros se sienta menos. Son seres misteriosos. Ellos mismos no conocen la naturaleza de su misterio. La verdad es que el ser humano desconoce mucho. Es lo que es por condicionamiento, por programación, pero no conoce las realidades de la vida y las leyes inexorables que rigen al gran universo, al cual nunca hay que desafiar. Hay que apegarnos a sus equilibrios y si no, en las consecuencias, lo viviremos. Hay que ver las luces radiantes de quienes saben vivir.