La vida nos sorprende continuamente. Mientras vemos cómo el mundo se vuelve más siniestro, más enfermo del alma, y amenaza con llevarnos en sus vientos caóticos si no resistimos. Hemos de estar alertas completamente, con todos nuestros sentidos puestos en la realidad, dispuestos a actuar de inmediato, al detectar el mal y alejarnos de él.
El mal es cobarde. Cuando es detectado, muestra su impotencia. Pero si no lo detectamos, se vuelve siniestro y en el proceso, nosotros también. No nos dejemos oprimir por el mal. Hay muchas bendiciones de la vida que tenemos y que hemos marginado.
La evolución espiritual ya no tiene significado en nuestro mundo, que es un desértico paisaje humano, donde sólo se siembra el dinero y el deseo de poder. Es patológico un mundo gris donde el color de las flores y el verdor de los campos sean cambiados por el polvo contaminante del desierto. Todo depende de nosotros, de abrir nuestro corazón.