Mucho se habla del estrés, la ansiedad y la intranquilidad que tanto consumen al hombre. Y desgraciadamente, este fenómeno está ocurriendo desde nuestra infancia. No debería ser así si los descerebrados de inteligencia sintética tomaran conciencia de que tienen un cerebro dúctil y maleable; que se le puede conducir a través del conocimiento emocional sensible y humano, hacia su profunda paz, donde la riqueza de la alegría de vivir proporcionaría profundas huellas de un sentido por la vida claro. Nadie ha dicho que la vida no es dura o que no es injusta. Pero el hombre en su peligrosa ignorancia y búsqueda de placer y de materialismo, la endurece hasta el límite de romper el sentido de la existencia, ya de por si tan quebradizo. La humanidad camina sobre senderos peligrosos; sobre campos minados. Los hombres que anunciaron la buena nueva de amor y paz, aunados a la armonía y la serenidad, tienen la verdad que sólo ellos pueden percibir.