¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros, indefensos humanos, para resolver los problemas del mundo? Todo, menos destruirnos. Si pensamos que no hay solución para las cosas que tenemos que enfrentar y que son fruto del caos y la violencia, entonces le damos oportunidad a la maldad para que se desarrolle sin resistencia.
El lodo puede enturbiar un río, pero no el inmenso océano. Ahí pierde actividad y se deshace para depositarse, irremediablemente, en el fondo. Nunca hay que perder el optimismo y la alegría de vivir, pase lo que pase, no importa cuánta maldad y traiciones encontremos. Si tenemos amor en nuestro corazón, somos capaces de experimentar las emociones más nobles. Esta forma de vivir es salud interior y es defensa en contra de nuestro mundo enfermo. La maldad retrocede en cuanto siente que el bien se vuelca en su contra con todo su poder emocional noble y positivo. Hemos de mostrar cordura para producir valor y fuerza; no permitir que nadie nos perturbe.