Hay un efecto genético con el que nacemos los seres humanos. Nos cuesta demasiado trabajo reconocer los errores. Tan así es que quizás hasta buscamos culpables para salvarnos. Hasta los grandes criminales de la historia se consideran buenos y sus crímenes para sus mentes enfermas son hazañas heroicas. Si se quiere encender un fuego de rabia dentro del corazón humano, sólo basta la crítica que hiera su amor propio. De su herida surgirá el resurgimiento que puede durar toda la vida. Los seres humanos son criaturas emotivas, impulsados por el orgullo y la vanidad. Es entonces que las personas se vuelven orgullosas, frías, con escaso sentido del humor y de las manifestaciones de ternura. Al que quiera ganar enemigos feroces, hay una fórmula infalible: criticarlos, censurarlos, y quejarse de ellos continuamente. Hoy en día, las tensiones son cada vez más fuertes. La crítica se ejerce en forma indiscriminada y sin calcular el daño que hace a las personas, creando un entorno de odio y resentimiento.