Cuando aparece una persona brillante que destila encanto y sinceridad, se rechaza de inmediato al destello de la verdad sincera. Pero ese tipo de personas excepcionales y peculiares, que sonríen de verdad, que besan de verdad, que sienten con verdadera nobleza, que son auténticos en todas sus expresiones y que sienten con verdadera nobleza, que son auténticos en sus verdaderas expresiones y saben apreciar y elogiar por qué son conscientes del bien que hacen. Ellos no saben odiar, son optimistas, agregan algo bueno al mundo. Estos seres humanos extraordinarios son maduros y prácticos, desinteresados, bondadosos y nada ingeniosos. Saben dónde están y lo que quieren, y son conscientes de la realidad. A estas personas se les califica de insensatos, idealistas y de utópicos. Pero son todo lo contrario. Han descubierto, a través del análisis de la realidad, el gran horror y la pesadilla de las mentes interesadas y mercantilistas, que son escépticas de los ideales nobles.