Todo aquello en lo que pensamos, por lo general aumenta de tamaño, con la insistencia del pensamiento. Si estamos convencidos de algo, aumentará el tamaño de la percepción, pues continuamente nos lo decimos. Si pensamos en cosas buenas, cosas buenas nos sucederán; y, a la inversa; si pensamos en cosas malas, no podremos quejarnos, pues eso es lo que añadimos a nuestra minera interior. El hecho de enfocarnos, aumenta las dimensiones de lo que pensamos. Por ello, es necesario que aprendamos a filtrar, que sepamos distinguir las emociones buenas de las malas, de tal forma que no conduzcan a pensamientos destructivos, que inadvertidamente van cobrando fuerza y tamaño.