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Nuevo intento de fraude telefónico

TORREÓN, COAH.- Son las 2 de la tarde del sábado 21 de junio. El señor Carlos Ortiz Galindo recibe una llamada en unos de sus locales comerciales del centro de esta ciudad. Una voz poco familiar emana del auricular: “soy Jesús Figueroa, su cuñado, de Los Ángeles (California), estoy aquí en un retén en Samalayuca (Chihuahua), iba para Torreón, les quería visitar de sorpresa, nada más que me detuvieron por traer una pistola que quería vender por allá... para dejarme ir me piden mil dólares y yo traigo nada más dos money order, nada en efectivo”. Ortiz Galindo no parece muy convencido, pero el nerviosismo se apodera de él.

—Mándenme el dinero, por favor, yo se los pago llegando allá— solicita Jesús y posteriormente, pregunta: “¿donde está mi hermana?”.

—No está... anda fuera de la ciudad— contesta preocupado Carlos, el esposo de Elisa Figueroa.

Inmediatamente después, el sujeto pasa el teléfono a otro. Éste se identifica como fiscal y explica a su pasmado interlocutor, en forma segura y prepotente: “como la portación de armas de fuego sin permiso es un delito federal, no alcanza fianza... pero quiero ayudarlos; si nos manda mil dólares no consignaremos al hermano de su mujer... consiga el dinero y yo le hablo más tarde, a las cuatro y media”.

Quince minutos después de la extraña llamada, vuelve a sonar el teléfono de la tienda. Esta vez se trata del tío de la señora Elisa, Alfredo Figueroa, quien reside en Torreón. Éste le manifiesta a Carlos Ortiz que ya está al tanto de la situación. “Es necesario conseguir el dinero” piensan ambos y prometen mantenerse en contacto.

Después de consultarlo con su familia, el señor Carlos toma la decisión de hablarle a uno de sus hijos, Eduardo Ortiz Figueroa, quien vive en Ciudad Juárez, pero que en este día se encuentra de visita en la capital del Estado de Chihuahua.Una vez que lo localiza, le explica lo que está sucediendo.

—Voy a hacer lo posible por conseguir el dinero, no te apures papá—.

Son horas de angustia para la familia Ortiz Figueroa. Los pensamientos no fluyen con claridad.

Cerca de las cuatro, padre e hijo vuelven a entablar conversación. Esta vez, Eduardo se muestra escéptico de lo que está sucediendo y le comunica a su papá: “puedo irme para allá de inmediato, ya tengo el dinero, pero mejor me espero a que te vuelvan a llamar porque, qué tal si no es ahí en donde tienen a mi tío Jesús”. La duda inunda la mente de Carlos Ortiz.

Cuatro y media. La hora llega, el teléfono timbra otra vez y los nervios junto con él.

—Sí, bueno.

—¿Tiene el dinero?.

—Un hijo mío va para allá, él mismo se lo entregará personalmente.

—No, no, así no se puede, no lo haga difícil. Cerremos en 10 mil pesos. Deposítelos en una tienda Elektra a nombre de Fabián Arias Esquivel, él los recogerá en Ciudad Juárez. Al rato le vuelvo a hablar para que nos diga la cantidad exacta, el número de clave de depósito y el nombre completo del remitente. Luego, liberamos a su cuñado.

—Pero, necesito hablar con él...

—No, no se puede... está incomunicado. Confíe en nosotros, estamos entre caballeros. Espere mi llamada—y el señor fiscal cuelga el teléfono y el señor Carlos hace lo propio, con una creciente duda, motivada por las contestaciones del otro.

Aunque anteriormente los Ortiz Figueroa lo habían pensado, no se habían decidido a llamar a Los Ángeles para confirmar la salida de Jesús con rumbo para Torreón. La causa: no querían preocupar a los familiares. Cuando por fin lo hacen, le explican la situación a la hermana del supuesto detenido en Samalayuca, Margarita, quien les asegura que Jesús acaba de salir por la mañana a trabajar. “Es imposible que esté en aquél lugar... al rato va a llegar aquí a la casa”, dice extrañada. La calma empezó a llegar poco a poco.

A las cinco y media se escucha de nuevo el ring en la tienda. Es la voz del señor fiscal:

—¿Ya depositó el dinero?

—No, para eso necesito hablar primero con mi cuñado...

—Ya le dije que no se puede, está incomunicado. Deposite y ya, ¿no le importa que lo encarcelemos?

—Es que tengo que hablarle, pásemelo.

—Está incomunicado...

Carlos Ortiz se molesta e interrumpe a su interlocutor:

—No, no está incomunicado, está en Los Ángeles ca... ón.

La voz segura y autoritaria del señor fiscal se transforma radicalmente al articular:

—Entonces ¿quién es este Jesús Figueroa González que está aquí con nosotros?— y cuelga.

Una hora después, los Ortiz Figueroa hablaron con el verdadero Jesús. Como les habían informado sus familiares, estaba en Los Ángeles y acababa de llegar de trabajar.

La tranquilidad por fin llega junto con un montón de preguntas. La incertidumbre se queda y también la sensación de saber que alguien ha estado observándolos, conoce parte de su vida y pretende hacerles daño. Éste es uno más de los intentos de fraude telefónico.

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