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Nula la actividad forestales

EL SIGLO DE DURANGO-AEE

DURANGO, DURANGO.- fuertes lluvias que se han registrado en la entidad en el último mes no solamente han dificultado la labor policíaca y la entrega de apoyos gubernamentales en la zona serrana, sino que mantienen detenida todavía la actividad forestal, principalmente porque los caminos presentan un grave daño derivado de los escurrimientos, derrumbes y deslaves.

En un recorrido que realizó El Siglo de Durango por la carretera a La Flor, de la cual la gente de la región comenta que en los archivos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se contemplan 76 kilómetros pavimentados, pero solamente cumplen 40 con esa especificación, se comprobó que es evidente el deterioro de esa rúa y de otros caminos vecinales.

Muy adentro del bosque, ya en la parte del municipio de Pueblo Nuevo, las quebradas y la accidentada geografía son factores que permiten, a pesar de las lluvias, que las bandas delictivas y las gavillas como la de “Los Pintos” sigan operando.

La siembra de enervantes, lo reconocen pobladores del ejido “Las Bayas” y gente de San Bernardino de Milpillas, se sigue dando sin importar los fuertes torrenciales.

Los caminos están destrozados en algunas de las partes más altas de los montes; sin embargo, eso no importa para los que hacen de la sierra su escondite ideal y su casa delictiva.

Al fin y al cabo tienen un punto en su favor esos grupos que mantienen la inseguridad, practican secuestros, roban ganado e intimidan a todo el que divisan cerca de sus trampas: cuando las lluvias no dan tregua, la policía no se acerca.

Para llegar al ejido “Bajíos de Don Víctor”, todavía en el municipio de Durango, debido a las consecuencias de las fuertes precipitaciones pluviales se necesitan casi dos horas en vehículo.

Es normal ver partes del camino con deslaves enormes y canales peligrosos hechos por el cauce del líquido que baja los montes como si llevara prisa por llegar a los arroyos y terminar en el río El Tunal.

Entrando por La Flor, como dirigiéndose por la terracería hacia Pueblo Nuevo, está el pueblo “El Guijarro”, sólo que la escasez de riqueza natural y la consecuente falta de trabajo provocaron que quedara prácticamente abandonado.

Su pintoresca iglesia, sus cabañas de cuatro aguas y la pequeña escuela estilo viejo oeste le dan un atractivo casi turístico al tormentoso camino, a pesar de que en ese pueblo fantasma lo único que genera movimiento es el viento.

Las “picaduras de culebras”, como le llaman los serranos a la presencia de una nube que descarga el agua a ras del monte, han provocado que se presenten derrumbes impresionantes que recorren de arriba abajo un cerro, llevándose a su paso el camino de terracería, o cuando menos parte de él.

En el pueblo “Las Bayas”, del ejido que lleva el mismo nombre, Rubencito aprovecha que no ha llovido en el día para pasear su caballo, hecho con un palo de escoba y una supuesta cabeza de caprino elaborada de plástico.

Su sombrero le cubre el rostro del sol. Lo cuidan los pocos habitantes que también se divierten en un sábado de descanso, como si todos fuesen familiares. Cuando las nubes se juntan y se advierte una fuerte lluvia, Rubencito regresa a su cabaña color azul por instrucciones de su madre.

El problema es para su padre, y para los que se tienen que ir trabajar al monte, ya sea a derribar árboles o a otras actividades relacionadas con el ramo forestal. El temporal que se registra desde hace semanas no ha permitido subir y bajar de los cerros con prontitud, y por eso se arriesgan los trabajadores a sufrir las inclemencias del tiempo a la intemperie.

Transitando por el camino de entrada y salida de esa región, el arroyo “El Pescado” se ve diminuto a simple vista, no obstante que ha llovido bastante. Sin embargo, es el principal ramal de escurrimientos que da origen al río El Tunal y, finalmente, acaba en la presa Guadalupe Victoria.

Son pueblos pobres que no tienen gran riqueza, aunque sus habitantes sean dueños de cerros y cañadas. Pero ahora, a la gente de la zona le preocupa la falta de una aceptable comunicación terrestre.

Por eso insisten en la importancia de que se coordinen lo antes posible las autoridades con los ejidos, las comunidades y los predios, para poder invertir y trabajar en la reparación de los caminos. “Es que, hasta para una emergencia, oiga”, exclama don Pancho.

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