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Nunca el fin justifica los medios

Luis Maeda Villalobos

El aprendizaje con buenos maestros, es el soporte de la enseñanza que forma el carácter del individuo y esto es motivo para recordar a aquellos insignes padres jesuitas que fundaron la preparatoria Carlos Pereyra de esta ciudad en 1942. Luego a 62 años de distancia, todavía se recuerda la voz fuerte y ronca de Leobardo Fernández S. J., de la voz sutil de un santo, el padre Benjamín Campos, de la enérgica voz en las clases de química del padre Verea, recién llegado de Alemania, en fin, una pléyade de padres admirables, que siempre nos recordaban que “nunca el fin justifica los medios”. Rebuscando entre añejos papeles en la biblioteca, algunos datos históricos, encontré una editorial del periódico “El Siglo de Torreón” con fecha del dos de junio de 1979, escrito por un dilecto periodista que con mucho acierto hace una crítica: “las ferias fomentan el vicio”, que es necesario recordar y comentar. Él escribe: “las ferias se han popularizado en nuestro país a tal extremo, que ya no queda comunidad más o menos importante que no celebre la suya. Son tantas que en breve, la Secretaría de Turismo intervendrá para regularlas y evitar que dos cercanas se celebren al mismo tiempo”.

“Históricamente son antiquísimas, las primeras se remontan a los albores de la civilización, cuando las necesidades del comercio por medio del trueque fijaron un punto de referencia para llevar a cabo ese tipo de intercambio, una vez al año en una región, país o continente. En Europa varias se hicieron célebres en la Edad Media por la concurrencia de lejanos lugares de comerciantes, aventureros, artesanos, mujerzuelas, juglares, cómicos, volatineros y ladrones. Los españoles trasladaron la costumbre a América, siendo entre otras muchas, una de las más concurridas la de San Juan de los Lagos que atraía romeros, visitantes y toda clase de gente en gran número desde Chihuahua y Texas. Las ferias más celebradas de América Latina, siempre han tenido doble carácter de religiosas y profanas, como la que mencionamos, y la muy renombrada de San Marcos en Aguascalientes y cientos más, diseminadas en todos los Estados de la República. Las de últimas fechas, no llevan nombre del santo patrón del lugar, toman el del producto típico de la localidad o su rasgo más característico, como la Feria del Algodón y de la Uva en Torreón, la Feria de las Flores en Lerdo, la de la Sandía en Tlahualilo, etc. Generalmente se procura que coincidan con la temporada de auge económico o sea cuando la población dispone de más recursos monetarios, pues de otro modo, los resultados serían nulos y nadie acudiría. Hay gente que se pasa toda su vida de feria en feria, vendiendo, divirtiendo, esquilmando, engañando o robando, que para todo hay ocasión. Las diversiones más reprobables, pero las más productivas son las que dan los juegos de apuestas. Por ser el juego un vicio, los que han caído en sus redes, pobres o ricos, andan en pos de las ferias impulsados por el deseo de arriesgar para ganar, desgraciadamente para estos infelices, la diosa fortuna no los favorece tanto como quisieran, lo cual incita más los deseos de seguir apostando. Las peleas de gallos, los juegos de azar, principalmente de naipes españoles, ruleta y otros, son vulgares formas de desplumar incautos. Las autoridades debieran prohibirlos; pero para sorpresa de la gente partidaria de la vida tranquila y pacífica, los prohíjan, protegen y fomentan so pretexto de que producen dividendos destinados a obras de interés social. A veces los beneficios se logran a costa de lágrimas y fortunas, de la pérdida del bienestar de algunas familias y de vidas de algunos individuos que agobiados por las deudas de juego se quitan la vida. Los juegos de apuestas, o sean el palenque y el garito, son el lado tenebroso de las ferias”.

El comentario es obligado y como en otros casos, nada, de ninguna manera, un bien justifica los medios que se tomen; como por ejemplo: las guerras sustentadas con armas que venden los países industriales para sostener su calidad de vida y economías, a expensas de la muerte de inocentes entre las facciones en pugna. No se vale quitar la vida en ningún caso, mucho menos con la eutanasia para calmar el sufrimiento. Tampoco es ético construir escuelas, sostener asilos, atacar la miseria y el hambre, con dádivas económicas sustraídas esquilmando o robando, engañando a la gente de una u otra forma. Es mejor enseñar a pescar, que dar un pescado al hambriento y pensar, qué mejor oportunidad que una diversión, como puede ser una feria, convertirla en cultural en todos los ámbitos, con exposiciones de arte y salones pletóricos de público deseoso de escuchar conferencias, temas musicales, además de áreas con exhibición de maquinaria y ganadera con nuevas especies de animales bovinos, porcinos, caprinos, ovinos, aves de corral y muestras de la flora y la fauna silvestres y los métodos de conservación. Es importante reconocer, que dentro de la satisfacción de las necesidades primarias del hombre, además de la vivienda, la alimentación, el vestido, el agua, el urbanismo y la higiene, están la diversión y el descanso, pero con la meta de llevar las normas morales y así, las familias gocen de la variedad de platillos y refrigerios, mientras los niños se pasean en los juegos mecánicos.

Las ferias pueden ser el mejor sitio para la feria del libro, la oportunidad para conocer mejor a nuestro México con stands regionales con todo el folclor en la música y el baile regional. Cuánta razón nos ha dejado la sección editorial del dos de junio de 1979, para enseñarnos que “nunca el fin justifica los medios”.

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