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Otro Fox

Federico Reyes Heroles

Soy de los convencidos de la buena fe de Vicente Fox. Pero también soy de los convencidos de que confunde firmeza con terquedad, popularidad con fuerza. Es popular y débil a la vez. Peor aún, su concepto de autoridad no es del todo claro. ¿Errores?, Fue la pregunta que precedió a la increíble respuesta, ninguno. La peor debilidad proviene de no reconocer las propias debilidades. La fortaleza nace de aceptarlas. Por qué no, alguno, pero los corregiremos. ¿Cambios en el gabinete? No, dijo, con lo cual se amarra. Todos los que sean necesarios, le hubiera dado mucho más juego. Cierta soberbia le gana a la lógica del poder.

A través de las elecciones los mexicanos le han expresado con claridad lo que piensan. Ya aprendimos la lección: la urna es maravillosa. En el 88 nos forzaron los gremios y corporaciones y sin embargo, al llegar a la urna, votamos por quien se nos dio la gana. El sistema se tambaleó. La democracia sirve para sacudirnos a los malos gobernantes, para castigar y darles la oportunidad a otros. Ya encarrilados ni quien nos pare. No importa que estén en el poder. Mira Nuevo León o San Luis o el propio caso de los diputados federales. Ya le entendimos a esto de la alternancia, por eso ya casi la mitad de los municipios alternan de partido. Ya le entendimos también al voto cruzado por eso las alcaldías van de un lado al otro, con cierta independencia de los diputados locales y ¡oh sorpresa, con independencia de los diputados federales! El PRI logró mayoría de distritos en 20 entidades, varias de ellas gobernadas por sus opositores. Lo mismo le ocurrió al PAN que ganó mayoría de distritos en ocho entidades, tres de ellas con gobiernos de otros partidos. No fue el caso del PRD que sólo ganó las diputaciones dónde gobierna. El voto de los mexicanos es cada día más complejo y elaborado. ¿A poco creyeron que con la pura voz del Presidente en la radio y su rostro ya nos tenían en la bolsa? Qué ingenuos.

El asunto de la “tele” ya también lo entendimos, si por ella fuera todos hubieran votado panistas, pero el millón y medio de promocionales no fue suficiente, nada hubiera sido suficiente. A Cárdenas en el 88 no lo sacaban en la “tele” y vean el susto. A lo nacional, federal, ya le pusimos límites muy concretos. Por eso en el Estado de México de 22 distritos que le dimos al PAN en el 2000 sólo le dejamos 13. En Jalisco de 16 sólo le dejamos siete y en Nuevo León de siete sólo quedó uno. En Chihuahua fue lo mismo, de seis le quedaron dos. Castigamos duro. Para el PRD fue igual, ni en Chiapas, ni Tabasco, ni Oaxaca, ni Veracruz, ni Campeche, ni Quintana Roo ganó un solo distrito. Cero. Y en la capital al PRI no lo dejan levantar cabeza, lleva seis años en el rincón.

Pero esto ocurre en todos los países democráticos. Lo interesante es ver cómo reaccionan lo políticos ante la adversidad. ¿De qué le sirvió al Presidente de México arriesgarse involucrándose en la elección? ¿De que les sirvió manosear las importantes cifras de pobreza durante el proceso? ¿Qué ganaron entrometiendo a la señora Marta Sahagún en el estado de México y después y toda la discusión de la “pareja presidencial”? ¿Y la monárquica visita del Papa con la controvertida misa en la Basílica y el beso del anillo? ¿De qué sirvió todo el discurso de confrontación salido de presidencia con los peces gordos incluidos? ¿Y los programas de radio y la chabacanería de la cual han vestido a la presidencia y tantas cosas más? De nada. Al buen lector pocos números: tener la mitad de los diputados de mayoría que el PRI y perder más de 50 curules es un fuerte jalón de orejas. ¿Está acaso Vicente Fox perdido? Todo depende de cómo reaccione, de cómo asuma la lección. Lo primero es aceptarla, no negarla. Al hacer suya la elección también se hizo responsable. Imaginemos que Fox cambia su lectura del poder, de la autoridad, de estrategia y probablemente de estrategas. Acercarse con humildad a su partido y encarar que los pudo llevar a Los Pinos y también los puede sacar de allí, sería un primer paso. Gobernar distanciado del partido en el gobierno es un sin sentido. Si quieren salir adelante se necesitan mutuamente. Vicente Fox tendría también que dejar atrás el tono rijoso, con frecuencia burlón, que ha usado con sus adversarios en particular con el priismo. No importa si no lo hace por convencimiento, que lo haga por simple conveniencia no le sirvió de nada, por los resultados podría uno suponer lo contrario. Esos dos hechos por sí mismos bastarían para cambiar el ambiente del segundo trienio. ¿Y qué tanto pesa el ambiente? Mucho y por más que pregonen la voluntad de acuerdos, la verdad sea dicha hasta ahora el desprecio hacia sus adversarios ha predominado. La costosa parálisis es la consecuencia.

Vicente Fox y su equipo cercano tienen que comenzar admitiendo que el Fox candidato-presidente, agresivo, fanfarrón, informal, contradictorio, muy seguro de sí mismo, autosuficiente —¡Ninguno!— provocador, dicharachero, puede ser popular –64 por ciento de aprobación— pero ineficiente como eje de una política de Estado que mueva al país. El Fox que funcionó en campaña puede sacrificar al Fox que se merece un lugar en la historia. Si tiene que cambiar a la mitad de su gabinete que lo haga. Si tiene que desaparecer de las luminarias que desaparezca. Si su popularidad cae, pero saca una buena reforma fiscal que traiga mayor recaudación, gasto y justicia, ya venció. Si Fox es capaz de enterrarse a sí mismo y parirse con una nueva actitud hacia lo que es la verdadera autoridad que poco tiene que ver con su popularidad y mucho en cambio con la actitud ética frente a los problemas, todos saldríamos beneficiados, comenzando por él mismo. La autoridad nace del respeto y conduce al respeto. Los políticos profesionales se reinventan a sí mismos cada vez que es necesario. No es un acto de traición a nadie, es una obligación primaria. La eficacia obliga, esa es la política. Ese otro Fox mostraría que le importa más el país que la imagen que se creó de sí mismo. Ese otro Fox además de todo podría terminar con algo más que aprobación, cosecharía dignidad y respeto.

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